El poderío de los pecadores será quebrantado

La Biblia nos muestra que desde los primeros tiempos ha existido una gran diferencia entre el justo y el malvado. Las Escrituras revelan con claridad que el hombre malvado no busca agradar a Dios, sino satisfacer sus propios deseos. Su corazón se inclina hacia lo que es corrupto, y sus pensamientos están llenos de malicia y engaño. Por eso, el libro de los Salmos es tan contundente al describir sus obras y sus caminos, pues nos advierte para no caer en las mismas prácticas.

Son muchas las características de un hombre malvado. Su corazón y sus pensamientos siempre están al acecho, inclinados de continuo hacia el mal. Por eso, el salmista habla de las palabras y acciones de estos hombres malos.

El secretismo, sus escondrijos y sus ojos siempre atentos al acecho son señales de su naturaleza perversa. Cada día crece su maldad, pero no consideran que, por encima de todas estas guerras y maldades que promueven, hay Uno que tiene Sus ojos puestos en aquellos malvados que hacen iniquidad, el cual derribará el poderío de aquellos que hacen tales cosas.

Jamás hemos visto a un justo desamparado, porque Dios siempre llega en su auxilio. Él quita las piedras que impiden cruzar el camino. Toda obra maligna tiene un momento de caducidad. Así que, hermanos, confiemos más en el Señor, quien nos libra. Sigamos los buenos pasos que nuestro Dios nos indica.

El salmista nos enseña que el malvado actúa con arrogancia, creyendo que su poder y sus riquezas lo sostendrán, pero se equivoca. Nada en este mundo permanece fuera del control de Dios. Los que practican la injusticia creen que sus acciones pasarán desapercibidas, pero el Señor examina el corazón y pesa las intenciones. Él sabe quién camina con rectitud y quién se deleita en la mentira. La justicia de Dios, aunque parezca tardar, llega en su momento exacto, porque Él no se olvida del justo ni deja impune al malvado.

El hombre malvado puede prosperar por un tiempo, levantar imperios, obtener reconocimiento o parecer invencible, pero su final está determinado. La Biblia nos recuerda en Proverbios 14:32: “Por su maldad será lanzado el impío; mas el justo en su muerte tiene esperanza”. Esta esperanza es la que debe mantener firme a todo creyente que confía en el Señor, sabiendo que el poder del justo no proviene de la fuerza humana, sino de la fidelidad de Dios.

Por eso, el creyente no debe envidiar al malvado ni seguir sus caminos. Aunque el mundo exalte la violencia, la soberbia o la manipulación, los hijos de Dios son llamados a vivir de forma diferente. El justo debe guardar su corazón, porque de él mana la vida. Su fortaleza no está en las riquezas, sino en la fe. Su escudo no es de hierro, sino el amor y la justicia del Altísimo. Él pelea las batallas por los suyos y levanta a los que confían en su nombre.

Así que, cada vez que veamos prosperar al impío, recordemos las palabras del salmista: “El poder del justo será exaltado”. Dios honra al que le teme y actúa con integridad. No importan los vientos de la maldad, ni las tinieblas que rodeen el camino del justo, porque el Señor mismo es su luz y su defensa. Que esta verdad nos anime a permanecer firmes, a no desmayar, y a confiar siempre en el Dios que derriba el poderío del malvado y exalta al que anda en justicia.

Líbrame, porque Tu misericordia es buena
Nuestra ayuda y nuestro escudo es Él