Nuestra ayuda y nuestro escudo es Él

Al leer las palabras del salmista en el Salmo 33:20, sentimos una gran alegría y esperanza. Estas palabras llenan nuestro espíritu y nuestras almas, llevándonos a alabar al Señor y a regocijarnos en nuestro Dios grande y fuerte.

Este capítulo nos muestra cómo el pueblo se regocijaba en la presencia y misericordia del Señor. David los exhortaba a que todos alabaran al Señor y exaltaran Su nombre. Nuestro escudo proviene de Él, y Su ayuda llega al instante, porque no hay un Dios como el nuestro.

La grandeza del Señor se apreciaba desde todos los ángulos. Había muchas razones por las cuales el pueblo debía alabar a Dios, pues Él estaba presente en todos sus caminos. Así lo expresa el salmista en este capítulo 33 del libro de los Salmos:

Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.

Salmos 33:20

En todo momento debemos alabar a Dios y dar gracias porque siempre ha sido nuestro escudo y guía. Él nos guarda y nos salva de las garras del enemigo. ¿Qué sería de nosotros si Dios no fuera nuestro escudo? Sin Él, el enemigo vendría y nos vencería.

Por eso vemos que el salmista David hacía este llamado al pueblo, para que alabaran a Dios por Sus buenas obras y hazañas. Sigamos este ejemplo y vayamos aún más allá: alabemos a Dios porque Su escudo protege a todos Sus hijos. Recuerda que el Señor es tu escudo y que dependes de Él por completo.

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El poderío de los pecadores será quebrantado
Cayeron, y no hubo quien los ayudase

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