El que da al pobre no tendrá pobreza

El Señor promete bendecir al corazón generoso, ya que el hombre que actúa con misericordia hacia el pobre refleja el carácter de Dios. Sin embargo, debemos entender que esto no se trata de dar esperando un beneficio a cambio, más bien de ayudar sin ninguna condición.

Salomón nos habla de cuán bueno es Dios cuando nuestro corazón siente misericordia por el prójimo, especialmente cuando actuamos al ver las aflicciones o necesidades de un hermano. Con un corazón que agrada a Dios, nos levantamos y damos al necesitado, sabiendo que recibiremos recompensa del Señor.

En el siguiente pasaje observamos claramente la promesa que el proverbista destaca acerca del corazón generoso. Aquel que da al pobre no experimentará pobreza. Por eso, este pasaje bíblico nos recuerda la gran bendición de ayudar a los demás:

El dar con alegría y sin esperar nada a cambio demuestra un corazón que ha sido transformado por Dios. Cuando damos con gozo, no solo estamos cubriendo una necesidad material, sino también sembrando esperanza en la vida de alguien más. Un gesto de amor, por pequeño que parezca, puede cambiar el rumbo de una persona y recordarle que aún hay bondad en este mundo.

Jesús mismo enseñó acerca de la generosidad y del ayudar a los demás sin buscar reconocimiento. En Mateo 6:3-4 dijo: “Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” Este principio nos enseña que el verdadero valor de dar está en hacerlo con humildad y con un corazón dispuesto a servir.

En nuestras comunidades existen muchas formas de practicar la generosidad: visitar a los enfermos, apoyar a los niños que no tienen recursos para estudiar, o simplemente brindar una palabra de ánimo a quien pasa por momentos difíciles. Todas estas acciones son semillas que dan fruto en su tiempo, y Dios se agrada de quienes las siembran con amor y fe.

Un corazón generoso no se deja dominar por el egoísmo ni por la avaricia. Más bien, entiende que todo lo que posee proviene de Dios, y que somos administradores de Sus bendiciones. Cuando compartimos lo que tenemos, estamos reconociendo que nuestra provisión viene del Señor y no de nuestras propias fuerzas.

Además, la generosidad no se limita a lo material. También podemos ser generosos con nuestro tiempo, con nuestro perdón y con nuestra comprensión. A veces, una escucha atenta o una oración sincera por otra persona tiene más valor que una gran cantidad de dinero. El amor cristiano se manifiesta en esos pequeños gestos diarios que reflejan la compasión de Cristo.

Que nuestras manos nunca se cierren ante la necesidad, y que nuestros corazones permanezcan sensibles ante el dolor ajeno. Recordemos que cuando damos al necesitado, en realidad estamos dando al mismo Dios. Como dice Proverbios 19:17: “A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.”

Por eso, querido lector, seamos hombres y mujeres de corazón generoso, que reflejen la bondad del Padre Celestial. No miremos con indiferencia al que sufre, sino con ojos llenos de compasión y manos dispuestas a ayudar. De esta manera, no solo estaremos cumpliendo un mandamiento divino, sino también recibiendo las bendiciones prometidas a quienes caminan en amor y misericordia.

Cayeron, y no hubo quien los ayudase
Juan 3:16 en 23 traducciones de la Biblia