Por el soplo de la ira de Dios son consumidos los que aran iniquidad

El libro de Job es una de las narraciones más profundas y conmovedoras de toda la Biblia. A través de su historia, aprendemos sobre la fidelidad, la paciencia y la soberanía de Dios en medio del sufrimiento. En el capítulo 4 del libro de Job, podemos ver las palabras de Elifaz, quien hace un comentario hacia Job. En su observación, podemos notar que él cree que Job sufría algunas consecuencias porque había arrastrado pecado o que en él había iniquidad. Sin embargo, estaba equivocado en sus palabras.

Elifaz, al igual que muchos en nuestros tiempos, tenía una visión limitada sobre el sufrimiento. Él pensaba que todo dolor era producto de un castigo divino, pero no siempre es así. Job no sufría por haber hecho el mal, sino porque Dios tenía un propósito más grande que ninguno de ellos podía entender. Hay momentos en la vida donde Dios permite pruebas no para castigarnos, sino para mostrarnos Su poder y fortalecer nuestra fe. Estas experiencias moldean nuestro carácter y nos acercan más al corazón del Padre.

Hay pruebas, como en el caso de Job, que son muy duras. Sabemos que estas pueden ser tan fuertes que pensamos en renunciar a todo, pero por eso tenemos la esperanza que está en las manos de nuestro Dios. Debemos recordar que Dios nunca abandonó a este hombre que estaba pasando por momentos muy difíciles. De igual forma, cuando enfrentamos temporadas de dolor, debemos confiar en que el Señor sigue teniendo el control de cada detalle. Él no nos olvida, ni deja de mirar nuestras lágrimas; al contrario, las usa para purificarnos y hacernos más fuertes.

Perecen por el aliento de Dios,
Y por el soplo de su ira son consumidos.

Job 4:9

Una persona que escucha el mensaje del Señor y se deja guiar por Él, y no actúa bajo su propia opinión, persevera y no acarrea mal en su camino. A este, Dios siempre le cuida y le pone en alto. Ante todo, sé fiel a Aquel que es fiel en todo, y que todo lo que da y hace es bueno. No te desanimes si otros malinterpretan tus procesos, porque sólo Dios conoce las intenciones del corazón y el propósito detrás de cada batalla.

Oremos al Señor para que cuide nuestros corazones. Que, cuando esa prueba llegue a nuestras vidas, podamos hablar con nuestro Dios para que nos fortalezca en todo nuestro proceso. Hermanos en Cristo, confiemos en Aquel que es nuestro Dios y fiel. No hay prueba eterna ni dolor sin sentido; todo tiene un propósito bajo el cielo. Si permanecemos firmes, veremos cómo el Señor restaura lo perdido y nos da una victoria más grande de la que esperábamos.

En conclusión, la historia de Job nos recuerda que, aunque seamos incomprendidos o juzgados erróneamente, Dios siempre tiene la última palabra. Él es justo y recompensará a quienes perseveran en medio del dolor. Que este pasaje nos inspire a confiar más en Dios, incluso cuando no entendamos el “por qué” de las cosas, sabiendo que Su plan siempre es perfecto.

Por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre
No resbalaré