El diablo se alejó de Jesús cuando el Maestro le dijo esto

El evangelio según San Mateo, en su capítulo 4, nos habla de cómo Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Allí estuvo después de haber ayunado durante cuarenta días y cuarenta noches.

El Maestro tuvo hambre, y es por eso que el diablo le dijo que convirtiera las piedras en pan, pero Jesús le dio una contundente respuesta, dejando en claro que no iba a hacer lo que el diablo quería que Él hiciese.

Más adelante el diablo llevó Jesús al pináculo del templo y le pidió que se arrojase porque la Escritura dice claramente: «A sus ángeles mandará acerca de ti, para que no tropieces con tu pie en piedra». Pero Jesús le respondió que en la Escritura también habla de no tentar a Dios.

Debemos tener la valentía y el coraje de resistir al diablo y a los deseos de este mundo, y el diablo huirá de nosotros, Aquel que venció la muerte estará con nosotros para también obtener esa gran victoria. Dios te bendiga.

Este pasaje bíblico tiene una profunda enseñanza sobre la obediencia y la dependencia de Dios en medio de las tentaciones. Jesús, aunque era el Hijo de Dios, decidió enfrentar la prueba sin usar Su poder divino para beneficio propio. Con esto nos enseña que la verdadera fortaleza no está en ceder a las ofertas del enemigo, sino en mantenernos firmes en la Palabra de Dios. Cada respuesta de Jesús fue una cita bíblica, recordándonos que la Escritura es nuestra principal defensa contra el mal.

El desierto representa los momentos de soledad y dificultad que atravesamos en la vida. Allí no hay multitudes ni aplausos, solo el silencio, el cansancio y las tentaciones que ponen a prueba nuestra fe. Sin embargo, es en ese lugar donde se forja nuestro carácter espiritual y aprendemos a depender completamente del Señor. Así como Jesús fue fortalecido después de resistir al diablo, también nosotros salimos más fuertes después de vencer nuestras propias pruebas.

En la actualidad, el enemigo sigue tentando de muchas maneras: a través del poder, la fama, el dinero o los placeres que se alejan de la voluntad de Dios. Pero el creyente debe recordar que ninguna recompensa terrenal se compara con la paz y la satisfacción que produce servir al Señor con un corazón íntegro. Jesús nos mostró que es posible decir “no” al pecado cuando confiamos en el Padre y nos sustentamos en Su Palabra.

Cada cristiano, en algún momento, enfrenta su propio desierto. Puede ser una enfermedad, una pérdida, una decepción o una tentación moral. En esos momentos, debemos recordar cómo actuó Jesús: con humildad, con dominio propio y con una fe inquebrantable. Él no respondió con ira ni desesperación, sino con la verdad de Dios. Y esa es la actitud que debemos imitar si queremos salir victoriosos.

El hecho de que los ángeles vinieran a servirle después de la prueba nos enseña que Dios recompensa la fidelidad. Cada batalla espiritual que enfrentamos tiene un propósito, y cuando permanecemos firmes, el Señor envía Su ayuda en el momento justo. La tentación no es señal de debilidad, sino una oportunidad para demostrar que amamos más a Dios que a cualquier cosa que el mundo pueda ofrecernos.

Por eso, cuando enfrentes una tentación, recuerda las palabras de Jesús: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.” Esa declaración resume el centro de la vida cristiana: poner a Dios por encima de todo. Si vivimos de esa manera, no solo venceremos al enemigo, sino que también experimentaremos la verdadera libertad que proviene de caminar con Cristo. Que esta enseñanza te anime a seguir adelante, confiando siempre en el poder de la Palabra de Dios. Amén.

Maquina el impío contra el justo
Pero yo os digo: