Pero yo os digo:

En el sermón del monte y las bienaventuranzas, Jesús enseña acerca del amor hacia los enemigos. Aquí podemos ver lo que el Maestro nos manda hacer con aquellos que maltratan a los hijos de Dios.

Jesús dice en Mateo 5:44: «Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos». Y si aún somos maldecidos por nuestros enemigos, mejor arrojemos ellos bendiciones hacia ellos.

Debemos entender que el propósito de Jesús era que los discípulos y los que escuchaban este sermón aprendieran esta enseñanza.

Amemos a nuestros enemigos y hagamos el bien a quienes nos maldicen, porque debemos recordar que Dios ve nuestro cumplimiento, y aunque seamos muertos por Su causa, tendremos vida eterna.

Hermanos en Cristo Jesús, debemos obedecer al Señor y amar a nuestros enemigos, sin importar cuántos sean o cuánto nos aborrezcan. Dios estará con nosotros, nos ayudará, y ellos serán llamados a cuentas para ser juzgados por sus obras.

Esta enseñanza de Jesús es una de las más difíciles de practicar, pero también una de las más poderosas. Amar a quienes nos hieren es un acto que solo puede nacer de un corazón transformado por el Espíritu Santo. En una sociedad donde el rencor y la venganza son comunes, Jesús nos invita a romper ese ciclo y a responder con amor. Esto no significa aceptar la injusticia, sino reflejar la naturaleza de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos.

Cuando Jesús enseñó esto, muchos lo escuchaban con asombro. Estaban acostumbrados a la ley del “ojo por ojo y diente por diente”. Pero el Señor llevó la enseñanza a un nivel superior: el nivel del perdón y de la gracia. Amar a los enemigos no es algo natural; es una manifestación divina en el corazón humano. Y esa es precisamente la diferencia entre los hijos de Dios y los del mundo.

Cada vez que perdonamos, estamos sembrando una semilla de paz. No sabemos cuándo germinará, pero su fruto será abundante. Jesús nos dio el ejemplo más grande cuando, en la cruz, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Si Él pudo amar en medio del sufrimiento, nosotros también podemos hacerlo con Su ayuda.

Practicar el amor hacia nuestros enemigos es un testimonio poderoso del evangelio. Cuando el mundo ve que un cristiano no guarda rencor, entiende que en él habita algo sobrenatural. Ese testimonio puede ser la llave que abra corazones endurecidos. A veces, una actitud de amor puede tener más efecto que mil palabras. No se trata solo de hablar de Cristo, sino de vivir como Él vivió.

Si alguna vez has sido ofendido o traicionado, recuerda que el amor de Dios es más fuerte que cualquier herida. Al perdonar y amar a quien te ha hecho daño, estás liberando tu corazón del peso del odio y dejando que la paz de Dios reine en ti. No es debilidad, es fortaleza. No es rendición, es victoria espiritual.

En conclusión, el llamado de Jesús en Mateo 5:44 sigue siendo actual. El cristiano no está llamado a odiar, sino a amar incluso a quienes lo persiguen. Este mandamiento nos lleva a imitar el carácter de Dios, quien en Su misericordia ama a todos, aun cuando muchos lo rechazan. Que cada día podamos vivir esta verdad, demostrando que el amor vence al mal, y que en Cristo encontramos la fuerza para amar más allá de nuestras emociones.

El diablo se alejó de Jesús cuando el Maestro le dijo esto
¿Me amas?