Nos gozamos en las obras hechas por Sus manos, porque son obras del Señor y se manifiestan para salvarnos en todo momento de aflicción. Por eso vemos las palabras dichas aquí en el versículo que veremos en este artículo.
Muchos son los que se quejan, pero Dios ha hecho obras poderosas que muchos han visto y palpado. El salmista decía: «Me he alegrado, oh Señor, con tus obras». Estas son obras poderosas, no hechas por hombres, sino por nuestro Dios todopoderoso, y esto es lo que debemos reconocer.
En el siguiente versículo podemos observar algo grandioso: no nos alegramos por las obras que hacemos nosotros, sino por la obra manifestada por nuestro Dios.
Hermanos, estemos siempre gozosos por Sus poderosas obras, obras hechas por Sus manos. Por estas obras, muchos fueron salvados y bendecidos. Alegrémonos delante de Dios y demos gracias por este maravilloso hecho.
Cuando meditamos en las obras del Señor, entendemos que todo cuanto Él hace tiene un propósito eterno. Nada de lo que sucede está fuera de Su control. A veces no comprendemos el proceso, pero al final reconocemos que fue Su mano la que nos sostuvo y nos libró de todo mal. Por eso el salmista podía exclamar con gozo: “En las obras de tus manos me gozo”.
Cada amanecer, cada respiro, cada puerta que se abre es evidencia de que Dios sigue obrando a favor de los suyos. El creyente que observa con gratitud las obras del Señor aprende a confiar incluso en medio de la adversidad. Quien reconoce Su poder no vive quejándose, sino que alaba con un corazón agradecido, sabiendo que las obras de Dios siempre son buenas.
El gozo del cristiano no depende de lo que tiene ni de lo que logra, sino de lo que Dios hace en su vida. Aun en medio de la prueba, el alma puede mantenerse firme porque sabe que detrás de cada circunstancia hay una obra divina en desarrollo. Esa seguridad produce paz y esperanza. Cuando recordamos cómo Dios nos ha levantado en momentos de debilidad, entendemos que Sus obras son dignas de alabanza.
Por tanto, el llamado para cada creyente es a contemplar las maravillas de Dios con ojos de fe. No debemos olvidar los milagros que Él ha hecho en nuestra vida: la salvación, la sanidad, la provisión y la protección diaria. Estas son manifestaciones del amor del Padre que nos llenan de gratitud. Si abrimos nuestros ojos espirituales, podremos ver que Su mano sigue obrando hoy igual que en los tiempos antiguos.
Así que, querido lector, levanta tu mirada al cielo y da gracias al Señor por las obras que ha hecho y seguirá haciendo. Él no ha dejado de obrar; cada día sigue actuando en favor de los que le temen. Que este versículo del Salmo 92 nos inspire a vivir con gozo constante, sabiendo que el Dios que hizo grandes maravillas ayer, también las hará hoy y mañana.
Al final, la verdadera alegría nace del reconocimiento de que todo lo bueno proviene de Dios. En Sus manos está nuestra vida, y en Sus obras encontramos razones para cantar, adorar y seguir confiando. Por eso, con el salmista, también nosotros podemos decir con gozo: “Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras; en las obras de tus manos me gozo”.