El salmo que veremos en este artículo fue escrito por el salmista David, y hace referencia a la salvación del justo, la cual viene del Señor. Nuestro Dios que es nuestro escudo y fortaleza en medio de la angustia.
Este salmo pertenece a una de las reflexiones más profundas de David acerca de la justicia divina. En él podemos ver cómo el salmista reconoce que, a pesar de las injusticias humanas, el poder y la misericordia de Dios prevalecen. La confianza del justo no se basa en sus propias fuerzas, sino en la fidelidad de un Dios que libra, protege y sostiene a quienes confían plenamente en Él. Esta enseñanza sigue siendo actual y poderosa, pues todos enfrentamos momentos donde solo la salvación de Dios puede darnos paz y esperanza.
Aunque al principio de este capítulo vemos que nos habla acerca de las injusticias del malo, pues el salmista nos dice que no debemos ser impacientes a causa del hombre malo, y que a pesar de lo que pasemos, sigamos confiando en la salvación que viene de Dios.
David nos muestra la diferencia entre el camino del impío y el camino del justo. El primero se desespera, busca su propio beneficio y termina atrapado por sus malas decisiones, mientras que el justo permanece en calma, esperando que la justicia de Dios se manifieste en el momento correcto. Este contraste no solo revela la sabiduría del salmista, sino también la forma en que Dios obra en silencio a favor de sus hijos, librándolos cuando parece no haber salida.
En tus momentos más difíciles Dios será tu salvador, tu sustento y tu ayuda, o sea, Él estará siempre para ayudarte, y estas son las palabras que el salmista decía en este salmo porque toda su confianza descansaba en el Señor.
Pero la salvación de los justos es de Jehová,
Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.Salmos 37:39
Estas palabras nos recuerdan que cuando el corazón del creyente se mantiene firme en Dios, no hay situación que lo derribe. La salvación de Jehová no solo se refiere a ser librado de enemigos físicos, sino también de la ansiedad, del temor y de todo lo que perturba el alma. La fortaleza que viene del Señor actúa como un escudo que protege al justo en los momentos más oscuros, cuando el dolor o la incertidumbre amenazan con derrumbarlo.
Y si Dios es mi salvación, entonces no debes temer a nada, porque Él te cubrirá de todo hombre malo, el injusto se desespera, actúa y fracasa, pero tú que crees en tu salvador, pues pisa firme porque Aquel que te ha llamado está contigo como poderoso gigante.
Cuando comprendemos esta verdad, aprendemos a descansar en el poder de Dios y a dejar de luchar con nuestras propias fuerzas. El justo no se desespera ni busca venganza, sino que confía en que el Señor hará justicia a su tiempo. El enemigo puede levantarse con fuerza, pero su poder es temporal; en cambio, la protección de Dios es eterna y se renueva cada día.
Dios es tu salvación, no temas ni desmayes porque aunque estés en angustia, Dios vendrá y te ayudará en tu momento difícil, el salmista podía cada día ver sus adversarios, pero no le temía porque sabía que su protección venía del Señor. Confía y no te detengas, no seas impaciente porque Dios es tu salvador.
Así como David, nosotros también podemos experimentar esa paz interior que solo se obtiene al depender completamente del Señor. No importa cuán grandes sean las pruebas, si el corazón del justo permanece firme, Dios lo librará. Recuerda siempre que la salvación no es un concepto abstracto, sino una realidad viva: es la mano de Dios extendida hacia ti en medio de la tormenta. Él es tu fortaleza, tu escudo y tu refugio seguro. Por eso, sigue creyendo, sigue orando y espera con fe, porque los que confían en Jehová nunca serán avergonzados.

