Mejor es tu misericordia que la vida

Palabras del salmista David: «Dios, satisfacción del alma». Este es un salmo del salmista cuando se encontraba en el desierto de Judá, y el capítulo que citaremos a continuación nos muestra la alabanza que David dirigía hacia Dios porque Él era su ayuda. En medio del desierto, David no se quejaba, no murmuraba ni se lamentaba, sino que elevaba su voz al cielo reconociendo que su alma solo hallaba descanso en el Señor. En ese lugar árido y seco, donde no había agua, él encontraba en Dios el verdadero sustento espiritual, la fuente inagotable que saciaba su ser.

Para este guerrero, él dice que la misericordia del Señor es mejor que la vida. El salmista entendía que la misericordia era muy importante porque gracias a ella estamos aquí. Es por eso que vemos la alabanza y el reconocimiento que David hace a Dios: «Mis labios te alabarán.» Esas palabras reflejan el corazón de un hombre agradecido, alguien que había probado tanto la dureza del desierto como la dulzura de la presencia divina. Cuando el alma reconoce que todo lo que tiene proviene de Dios, no hay espacio para la queja, sino para la gratitud y la adoración sincera.

El salmista tenía razones para alabar a Dios. Estaba motivado por las experiencias y el amor que había experimentado de parte de Dios, y esto lo llevaba a siempre alabar el nombre del Señor. Las victorias que había recibido, la protección en medio de la guerra, el perdón después de sus errores y la compañía constante de Dios le daban motivos para exaltar Su nombre. Cuando un creyente reflexiona en todo lo que el Señor ha hecho, no puede permanecer en silencio. De sus labios brota alabanza, y su corazón se llena de gozo, aun en los momentos más difíciles.

No olvides algo: no importa dónde estés, alaba al Señor con tus labios. Si estás en medio del desierto de la prueba o disfrutando de un tiempo de paz, recuerda que la alabanza tiene poder para transformar el corazón. Así como David en el desierto encontró consuelo y esperanza, tú también puedes experimentar la presencia de Dios cuando lo buscas con sinceridad. La adoración abre los cielos y renueva el alma. Que cada día puedas decir como el salmista: “Mi alma está satisfecha como de un buen banquete, y con labios de júbilo te alaba mi boca”. Esa es la actitud del creyente que entiende que la misericordia de Dios no tiene límites y que en Él se encuentra la verdadera satisfacción del alma.

El impío toma PRESTADO, y NO PAGA
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!