¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!

Es importante ver cómo comienza este capítulo 5 del libro de Isaías. Este mensajero presenta una parábola de un viñedo y se refiere a Jerusalén y a Judá. El profeta dice claramente que había plantado vides escogidas y esperaba que dieran uvas, pero dieron uvas silvestres.

Con estas palabras podemos entender que el profeta hablaba de Jerusalén como la viña de la cual habla; esta es la casa de Israel. Además, está emitiendo un juicio: los hombres de Judá son su planta deliciosa. Esperaba justicia, y he aquí vileza; esperaba rectitud, y he aquí clamor. Dios había hecho todo lo necesario para que Su pueblo diera fruto, sin embargo, Israel se apartó, olvidó Su pacto y comenzó a hacer lo malo delante del Señor.

El pasaje tiene un fuerte mensaje de advertencia para todo aquel que, habiendo recibido la luz, decide caminar en tinieblas. Isaías, inspirado por el Espíritu Santo, utiliza la imagen del viñedo para demostrar el amor y la paciencia de Dios. Él no actuó sin motivo, sino que esperó con esperanza, dio tiempo, cuidó la tierra, la regó, quitó las piedras, la rodeó de protección; sin embargo, el resultado fue un fruto amargo. Así mismo ocurre con quienes, a pesar de haber recibido la verdad, prefieren la mentira.

¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz! Sus mentes y corazones estaban apartados de Dios. Este mismo peligro existe hoy, cuando las personas cambian los valores morales, desprecian la santidad y justifican la injusticia. Así como el profeta habló a su pueblo, el mensaje sigue siendo vigente: el juicio de Dios no tarda para quienes endurecen su corazón.

Este capítulo nos enseña que, si no queremos acarrear juicio de parte de nuestro Señor, debemos llamar a las cosas por su nombre. Si algo es malo, debemos decir que es malo; y si algo es bueno, debemos decir que es bueno. Así no seremos castigados. El creyente tiene la responsabilidad de reflejar la luz de Cristo, discernir el bien del mal y mantenerse firme aunque el mundo intente confundir los valores divinos. Recordemos que Dios sigue buscando fruto en Su viña: vidas transformadas, corazones sinceros y obras de justicia que glorifiquen Su nombre.

El mensaje final de Isaías 5 es claro: no se puede servir a dos señores ni llamar bien a lo que Dios ha condenado. El creyente debe cultivar su vida espiritual con fidelidad, para que cuando el Señor venga a ver los frutos, encuentre uvas dulces y no silvestres. Que seamos, pues, una viña que produzca justicia, verdad y amor delante del Altísimo.

Mejor es tu misericordia que la vida
Dios aborrece al malo