Para Salomón. Muchos han considerado que este es un salmo escrito por David, padre de Salomón, debido a que claramente dice «para Salomón». Con esto podemos deducir que el salmista David hablaba a su hijo de las maravillas de Dios, enseñándole sobre las maravillas del Señor.
En este salmo, podemos ver al escritor de este salmo motivado a alabar a Dios y reconocer Sus enormes maravillas. Bendito sea el Señor, el Dios de Israel.
Nuestro Dios es el único que hace maravillas; también es quien llena la tierra de Su gloria, llegando al necesitado, a los rebeldes, al hijo pródigo y al hambriento.
Su gloria y Su infinita misericordia siempre cubrirán al justo y quitarán de su frente al opresor. Dios es justo y Su justicia nos cubre día tras día. Sus obras son reales sobre los justos y Él es quien hace maravillas.
Cuando meditamos en este versículo, podemos notar que Salomón exalta al Señor no solo por lo que ha hecho en el pasado, sino también por lo que continúa haciendo. El salmista no se enfoca únicamente en los milagros visibles, sino en las obras divinas que Dios realiza en el interior del corazón del hombre, transformando vidas, restaurando familias y levantando a los caídos.
Dios no deja de obrar, y Su poder no tiene límites. A lo largo de la historia, el pueblo de Israel vio cómo el Señor hacía maravillas, desde la liberación de Egipto hasta la conquista de la tierra prometida. Sin embargo, el salmista entiende que esas maravillas no son solo hechos históricos, sino señales vivas de la presencia de un Dios que sigue actuando hoy en favor de Su pueblo.
Cada milagro que Dios realiza, grande o pequeño, tiene un propósito: que Su nombre sea glorificado. Por eso, cuando reconocemos Sus obras, debemos hacerlo con gratitud y con humildad. Las maravillas de Dios no se limitan a lo visible; también están en lo espiritual, en la paz que nos da en medio del caos, en la esperanza que renueva los corazones y en la fortaleza que nos sostiene cuando todo parece perdido.
Este salmo también nos recuerda que Dios actúa en todos los lugares del mundo. Su gloria no se restringe a un solo pueblo, sino que se extiende a toda la tierra. Cada nación, cada lengua y cada persona pueden experimentar las maravillas del Señor si se acercan a Él con un corazón dispuesto. De esta manera, se cumple lo que el salmista expresa: que la tierra entera sea llena de Su gloria y de Su poder.
Así como David enseñaba a su hijo Salomón a reconocer las obras del Señor, también nosotros debemos enseñar a las generaciones venideras a confiar y creer en el poder de Dios. Hablar de Sus maravillas es transmitir fe, esperanza y amor. Cuando un corazón joven aprende a ver la mano de Dios en todas las cosas, crece con una fe firme y una visión espiritual que transforma su entorno.
Finalmente, este salmo concluye con una invitación al agradecimiento. No hay mayor expresión de amor hacia Dios que reconocerlo como el único que hace maravillas. Que nuestras palabras y acciones reflejen siempre ese reconocimiento, proclamando con gozo: “Bendito sea Jehová Dios, el Dios de Israel, el único que hace maravillas”. Que Su nombre sea alabado por siempre y que Su gloria llene toda la tierra.