«El camino de los malos», este es un salmo de David, el cual habla del camino del hombre malvado. El camino del hombre malo es un camino oscuro y sigue lo que sus pensamientos le dictan, pero esto sucede porque quien lo guía es el maligno.
El capítulo 37 inicia con unas palabras alentadoras: «No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad; porque como la hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán.»
En el verso 22 del capítulo 37, se dice lo siguiente acerca de las bendiciones de los justos y el triste final de los malos:
Es por eso que todo hombre impío será destruido, tal y como dice este capítulo. Sus caminos estarán llenos de oscuridad, y sus pies resbalarán. Si eres uno de los que hacen el bien y no el mal, entonces heredarás la tierra y serás lleno de bendiciones.
El salmo 37 es un recordatorio de que el camino del justo y el del impío no tienen el mismo final. Mientras el hombre malvado se deleita en su malicia y en su aparente éxito terrenal, el justo confía en Dios y espera pacientemente en Él. El malvado puede parecer próspero por un tiempo, pero su raíz no tiene fundamento; todo lo que construye se desmorona, porque no tiene el favor del Señor. Por eso, David aconseja no impacientarse ni tener envidia de los que hacen iniquidad, ya que su final será de destrucción.
El creyente debe recordar que la recompensa del justo no se mide por los bienes materiales o el reconocimiento humano, sino por la paz, la gracia y la herencia eterna prometida por Dios. Cuando el salmo dice “heredarán la tierra”, no solo se refiere a posesiones, sino al gozo de vivir bajo el amparo del Señor, disfrutando de Su justicia y Su misericordia todos los días.
El hombre impío, en cambio, vive en una constante búsqueda de poder y placer. Su ambición lo ciega, y su corazón se llena de soberbia. No se detiene a pensar en las consecuencias de sus acciones, ni en el daño que causa a los demás. Pero aunque parezca libre, en realidad es esclavo de sus propias pasiones y termina perdiendo todo aquello que creía tener.
En contraste, el justo confía en que Dios dirige sus pasos. Aunque tenga tropiezos o dificultades, el Señor lo sostiene con Su mano. El salmista también afirma que nunca ha visto desamparado al justo, ni a su descendencia mendigando pan, lo que demuestra la fidelidad de Dios hacia aquellos que le temen y le obedecen.
Por eso, este pasaje no solo es una advertencia, sino también una invitación. Una invitación a vivir conforme a la voluntad de Dios, alejándonos del camino de la maldad, del egoísmo y de la injusticia. Cada persona tiene la libertad de elegir su camino, pero debe recordar que el resultado dependerá de esa elección: destrucción o bendición, oscuridad o luz.
Querido lector, si en algún momento te sientes tentado a seguir el ejemplo de los que prosperan haciendo el mal, recuerda las palabras del salmista. Todo aquel que confía en el Señor y actúa con rectitud heredará la tierra, y su herencia será eterna. En cambio, los que insisten en caminar por sendas de maldad, tarde o temprano verán su ruina. Dios es justo, y su juicio siempre llega a tiempo.
Por lo tanto, mantente firme en el bien, haz misericordia, ayuda al necesitado y confía en el Señor. Él es quien recompensa a los que le buscan de corazón y quien asegura que el justo brille como la luz en medio de la oscuridad. El camino del malvado puede parecer fácil, pero su final es la destrucción; el del justo, aunque difícil, conduce a la vida y a la paz.