En el capítulo 5, verso 2 de Segunda de Corintios, podemos ver la expresión de Pablo cuando dice: «Por esto también gemimos.» Aquí, él habla de que, como cristianos, no debemos acomodarnos a esta tierra y a este cuerpo; más bien, debemos desear el cielo y anhelar ser revestidos de nuestras habitaciones celestiales.
Es importante que todo cristiano no se acomode a hacer tesoros en la tierra, como muchos lo han hecho, llegando al punto de no desear el cielo o el ser revestidos de aquella habitación celestial que menciona el apóstol.
Hermanos, no nos acomodemos demasiado, porque al hacerlo nos olvidamos de que todo lo que está a nuestro alrededor pasará. Y es por eso que vemos el clamor de Pablo:
Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;
2 Corintios 5:2
No podemos decir que todos los cristianos se han dormido en sus laureles, ya que muchos están pidiendo el cielo, tal como nos dice el apóstol. Este llamado y estas palabras nos invitan a orar y pedir ser revestidos de nuestra habitación celestial.
No es que busquemos nuestras aflicciones con esto, pero no es bueno que ignores este mensaje. ¿Acaso te sientes demasiado cómodo y por esta razón has perdido el enfoque de desear el cielo? Despierta, que nuestra habitación celestial espera por ti.
Cuando Pablo escribe estas palabras, lo hace desde un profundo anhelo espiritual, comprendiendo que la vida en la tierra es pasajera y que el verdadero hogar del creyente está en el cielo. Él usa la expresión “gemimos” para mostrar el deseo ardiente del alma que espera el día en que será transformada. No se trata de un lamento de tristeza, sino de una expresión de esperanza viva, de un clamor que nace de saber que hay algo mucho mejor esperándonos en la eternidad.
La habitación celestial que menciona Pablo representa ese cuerpo glorificado que recibiremos cuando estemos con Cristo. Así como una persona anhela un vestido nuevo para reemplazar uno viejo y desgastado, el cristiano anhela ser revestido de inmortalidad. Este deseo no es señal de inconformidad con la vida, sino de fe en las promesas del Señor. Quien ama a Dios y comprende Su propósito, sabe que el cielo es la meta final y no esta tierra llena de corrupción y dolor.
Vivimos en una época donde muchos se han conformado con lo material, olvidando que lo eterno es mucho más valioso. Pablo nos exhorta, con estas palabras, a mirar más allá de lo visible y a poner nuestra esperanza en lo que no se ve. El apóstol entendía que todo lo terrenal es temporal, y por eso decía: “Si esta tienda terrenal se deshace, tenemos en los cielos un edificio hecho por Dios, una casa no hecha de manos.” (2 Corintios 5:1). Esta convicción le daba fortaleza para seguir adelante en medio de las pruebas.
Hoy más que nunca necesitamos recordar que no somos ciudadanos permanentes de esta tierra. La Biblia nos enseña que somos peregrinos y extranjeros, y que nuestro verdadero hogar está en los cielos. Por eso, si has sentido que tu corazón se ha apegado demasiado a las cosas terrenales, es momento de volver tu mirada al Señor. No hay éxito, placer o riqueza que pueda compararse con la gloria que nos espera.
Ser revestidos de la habitación celestial significa estar completamente transformados por la presencia de Dios. Es dejar atrás el dolor, la enfermedad, la tristeza y el pecado. Es entrar en una vida donde ya no habrá lágrimas ni muerte, donde viviremos en completa comunión con nuestro Creador. Esa esperanza debe ser el motor que nos impulse a seguir firmes, a no rendirnos, y a mantener el corazón enfocado en lo eterno.
Por tanto, amados hermanos, no pongamos nuestro corazón en las cosas que perecen. Si hoy gemimos, que sea por el deseo de estar más cerca del Señor. Que cada día de nuestra vida recordemos que el propósito final del creyente es ser hallado fiel y recibir la recompensa de estar con Cristo para siempre. Y si el apóstol Pablo gemía con esperanza, también nosotros podemos hacerlo, sabiendo que un día seremos transformados y revestidos de gloria celestial.
Conclusión: Vivir con los ojos puestos en el cielo nos ayuda a soportar las pruebas de la tierra. No dejemos que la comodidad o el conformismo nos alejen del propósito eterno. Así como Pablo, anhelemos con fe y esperanza el día en que seremos revestidos de nuestra habitación celestial, donde finalmente veremos cara a cara a Aquel que nos salvó.

