Bienaventurado el varón que soporta la tentación

Es claro que, como hijos de nuestro Dios, tendremos un sinnúmero de pruebas. Con esto, estamos siendo probados por nuestro Dios, pues de esta forma podemos aumentar nuestra fe. Si no nos aseguramos en el Señor y pedimos que nos ayude a aumentar nuestra fe, entonces no podremos tener la corona de vida.

«Bienaventurado el varón.» Estas palabras suenan como cuando Jesús pronunció el Sermón del Monte. Para superar todas estas dificultades, es cierto que debemos pasar mucho, pero debemos soportar las tentaciones que nos llegan día tras día.

Santiago nos dice lo siguiente en el capítulo 1, verso 12, y debemos tener bien en cuenta que, si queremos recibir la corona de vida, entonces debemos resistir las pruebas y las tentaciones.

Hermanos en Cristo, debemos tener mucho cuidado. Vamos a pedirle a Dios que nos ayude y aumente nuestra fe para que, cuando lleguen estos momentos difíciles, podamos resistirlos.

Recordemos que las pruebas no llegan para destruirnos, sino para fortalecer nuestro carácter espiritual. Dios permite ciertas situaciones para formar en nosotros la paciencia, la perseverancia y la dependencia total de Su voluntad. Cada dificultad que enfrentamos puede convertirse en una oportunidad para ver la mano de Dios obrando a nuestro favor y reafirmar nuestra confianza en Él.

El apóstol Pedro también escribió sobre el valor de las pruebas, diciendo que la fe probada es más preciosa que el oro. Esto nos enseña que cada sufrimiento tiene un propósito, y que nuestra fidelidad en medio de la prueba es observada y recompensada por el Señor. No hay aflicción que Dios no use para nuestro crecimiento espiritual.

Por eso, cuando enfrentes la tentación o la tribulación, no te desesperes. En lugar de preguntar “¿por qué a mí?”, di: “Señor, ¿qué deseas enseñarme con esto?”. Esa actitud transforma nuestra visión, nos ayuda a entender que nada sucede por casualidad y que Dios siempre está obrando, incluso en los momentos más oscuros.

Santiago nos anima a mantenernos firmes porque la corona de vida no se entrega a cualquiera, sino a los que aman a Dios y demuestran ese amor permaneciendo fieles hasta el final. Esta promesa debe darnos esperanza cada día, recordándonos que el sufrimiento presente no se compara con la gloria venidera que será revelada en nosotros.

Así que, querido lector, si estás atravesando por una prueba, no te sientas solo. El mismo Dios que fortaleció a Job, a José en Egipto y a Pablo en prisión, es el mismo que te sostendrá hoy. Él no permitirá que seas probado más de lo que puedas resistir, y con la prueba dará también la salida para que puedas soportarla.

Pidamos cada día al Espíritu Santo que nos dé discernimiento para reconocer las tentaciones, fuerza para resistirlas, y fe para seguir confiando cuando el panorama se oscurezca. Porque solo los que perseveran hasta el fin, recibirán de las manos del Señor la anhelada corona de vida.

Serán consumidos y quebrantados los rebeldes, pecadores y los que dejan al Señor
Ingratos, calumniadores, traidores... Así son los hombres de los postreros días