El camino de los malvados será perturbado y será destruido. David describe al hombre malvado y lo que le acontecerá. Son impíos y practican la iniquidad, sin tener ningún temor al Dios todopoderoso.
El hombre malvado muestra una actitud prepotente, pensando que su maldad no tendrá fin. Es por eso que vemos lo que este capítulo del libro de los Salmos dice acerca de lo que sucederá con él y su camino, pues sobre él vendrá total destrucción.
El autor de este libro muestra que es el mismo Dios quien lo pronuncia. Se reirá porque el día del hombre malvado llegará. Veamos:
El Señor se reirá de él;
Porque ve que viene su día.Salmos 37:13
Desde tiempos antiguos hasta ahora, la maldad de los hombres ha llegado muy lejos. Sin embargo, la Biblia nos muestra que estos impíos tendrán su fin, serán destruidos por Dios debido a la falta de piedad en sus corazones.
El salmista percibía la naturaleza de estos hombres, mostrando lo rudos que eran, sin importarles ni tener miedo de que algún día serán destruidos y ya no existirán más. Estos, como dice el salmista, no heredarán la tierra donde los Santos del Señor serán llevados.
Hermanos en Cristo, tomemos en cuenta que al hombre impío le queda poco tiempo, y Dios se ríe porque su tiempo está llegando. Estos tendrán su recompensa y no heredarán la tierra, pues solo el justo podrá obtener la salvación y heredarla. Mantengámonos firmes y justos, porque Dios está con nosotros.
El mensaje de este pasaje nos invita a reflexionar sobre la justicia divina. A veces parece que los impíos prosperan, que su camino es exitoso y sus riquezas abundan, pero la Palabra nos recuerda que esa aparente prosperidad es temporal. El Señor, que todo lo ve, ha determinado el fin de ellos, y su ruina vendrá de manera inevitable. La risa de Dios no es burla, sino una expresión de Su soberanía: Él ve la necedad del malvado y sabe que su tiempo se acaba.
Por eso, el justo no debe envidiar la aparente tranquilidad del malvado. Aunque parezca que disfruta de placeres y triunfos, su camino es resbaladizo y su caída será repentina. Dios protege a los que le temen, a los que caminan en integridad y obediencia. Cada acto de bondad, cada paso en rectitud, tiene una recompensa eterna. En cambio, la senda del impío está llena de oscuridad, engaño y condenación.
El apóstol Pablo también habló sobre esta realidad al afirmar que “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Siembra maldad y cosechará destrucción; siembra justicia y cosechará vida eterna. Es una ley espiritual que no cambia, y que el mismo Dios vela para que se cumpla. Así, el justo debe mantener su fe, sabiendo que el Señor hará justicia a su tiempo, aunque ahora no comprendamos sus caminos.
Además, este versículo nos enseña que Dios no ignora la maldad. Muchos piensan que pueden actuar con impunidad, pero el ojo del Señor todo lo ve. Él no olvida la injusticia cometida contra los inocentes, ni las acciones de aquellos que oprimen, engañan o buscan destruir a los demás. Su justicia puede parecer lenta, pero es perfecta y llega en el momento indicado. Por eso debemos mantenernos firmes, sin desviar nuestro corazón hacia la maldad, ni desanimarnos cuando los impíos prosperan.
Finalmente, el Salmo 37 nos invita a confiar en el Señor y a deleitarnos en Él, porque los que esperan en Dios heredarán la tierra. Esa herencia no es solo física, sino espiritual: una vida de paz, salvación y comunión eterna con el Creador. El justo no tiene que temer, porque aunque el malvado se levante contra él, Dios lo sostendrá con Su poderosa mano. Recordemos que el camino del justo es luz que resplandece, mientras que el del impío se apaga en tinieblas.
Por tanto, amados hermanos, sigamos confiando en la justicia divina. No nos dejemos llevar por la desesperanza ni por el ejemplo de los que se apartan del bien. Dios tiene control absoluto sobre todas las cosas y se ríe del malvado porque su fin ya está determinado. El creyente debe permanecer firme, fiel y lleno de esperanza, sabiendo que su recompensa está guardada en los cielos. Que nuestras acciones reflejen nuestra fe, y que cada día podamos caminar con la seguridad de que el Señor sostiene nuestro destino.

