Cabe destacar que la misericordia del Señor es maravillosa con todos sus santos; aquellos que son santos son guardados por el Señor, es por eso que debemos seguir con rectitud delante de Dios.
Dios no desampara a Sus hijos, y es bueno reconocer que al estar en Sus caminos, estaremos seguros en Él, pero si nos apartamos de Sus caminos, cuando venga el juicio a los impíos, también seremos alcanzados.
El Salmo 37:28 nos muestra que todos los que sirven al Señor y son rectos serán guardados, mientras que la descendencia de los impíos será destruida. Este es el camino del malo del cual habla el salmista David.
Hermanos, sigamos este buen camino, mantengámonos en rectitud en el camino de nuestro Señor. No nos convirtamos en aquellos cuya descendencia será destruida debido a su pecado. Por eso, siendo santos en el Señor, sigamos firmes, porque Su poder nos guardará y no seremos desechados por el Señor.
La misericordia de Dios es un regalo que muchos no valoran en su totalidad. Sin embargo, aquellos que temen al Señor y practican la justicia reciben Su protección y Su favor día tras día. Es importante recordar que el amor de Dios no se limita a los buenos momentos, sino que también se extiende en medio de las pruebas y dificultades, fortaleciendo el corazón del creyente y dándole esperanza cuando todo parece perdido.
El salmista David, al escribir este pasaje, experimentó muchas aflicciones y persecuciones, pero nunca fue abandonado por Dios. Él mismo pudo testificar que “nunca vio justo desamparado, ni su descendencia que mendigara pan”. Esto demuestra que el Señor tiene un pacto eterno con los que le temen, y aunque las tormentas de la vida golpeen fuerte, los santos del Señor permanecen seguros bajo Su cobertura.
Caminar en rectitud no significa vivir una vida perfecta, sino esforzarse cada día por agradar a Dios y evitar el mal. Es elegir la verdad en lugar de la mentira, la justicia en lugar de la corrupción, el amor en lugar del odio. Dios observa nuestros caminos, y cuando ve sinceridad en el corazón de Sus hijos, Él los respalda, los fortalece y los guía por sendas de justicia por amor de Su nombre.
Por otro lado, el destino de los impíos siempre será el mismo: su descendencia será destruida, sus obras no permanecerán y su recuerdo se desvanecerá como el humo. Esto no es un castigo injusto, sino una consecuencia de vivir alejados de Dios. Aquellos que rechazan Su palabra y practican la maldad cosechan lo que siembran, pues la justicia de Dios es perfecta y nunca deja sin respuesta el pecado del hombre.
Cada creyente debe reflexionar en este mensaje del salmista. ¿Estamos realmente andando en rectitud delante de Dios? ¿Estamos guardando Su palabra en nuestros corazones? Si así lo hacemos, el Señor promete guardarnos y protegernos para siempre. Pero si nos apartamos, estaremos expuestos al mismo destino que los impíos. Por eso, debemos renovar nuestro compromiso de vivir conforme a la voluntad del Señor.
Querido lector, recuerda siempre que el Señor ama la justicia y no abandona a los que son Suyos. En tiempos de crisis o incertidumbre, Su mano poderosa sigue sosteniendo a los que confían en Él. Camina con fe, conserva un corazón limpio y vive con la certeza de que, mientras permanezcas bajo Su amparo, serás guardado para siempre por el amor y la fidelidad del Dios eterno.