En el libro de Habacuc, su capítulo 2, verso 16, podemos observar el juicio de Dios sobre aquellos injustos que viven en deshonra.
El Señor ratifica Su juicio y, a través del profeta Habacuc, reprende a los hombres que son propensos a la embriaguez y que viven en deshonra, con sus mentes descontroladas y actuando injustamente. Es por eso que vemos la advertencia del Señor hacia estos hombres: «Vómito de afrenta caerá sobre la gloria del injusto.»
Aquellos que fomentan la embriaguez también reciben la palabra del Señor a través del profeta. Aunque podrían pensar que está bien beber alcohol de esa manera, Dios les comunica a través del profeta que están más llenos de deshonra que de honra.
Querido amigo, si te encuentras en este tipo de situación, es aconsejable que te apartes de ese mal y te sometas a las leyes del Señor. Así podrás preservar tu honra delante del Señor. Que Dios te bendiga.
El mensaje del profeta Habacuc no se limita a una condena momentánea, sino que busca traer conciencia al corazón humano. En su tiempo, el pueblo había caído en un estilo de vida que complacía la carne más que al Espíritu. Muchos se entregaban a la bebida, la violencia y la injusticia, olvidando que cada acción tiene consecuencias. El Señor, en Su infinita misericordia, no castiga sin antes advertir, y cada palabra profética tenía el propósito de restaurar y no simplemente destruir.
La embriaguez simboliza también una falta de dominio propio, algo que la Escritura menciona repetidamente como un fruto ausente cuando el Espíritu Santo no gobierna la vida del creyente. El que se deja dominar por los placeres terrenales termina cayendo en vergüenza, pues todo aquello que promete placer temporal termina alejando el alma del propósito divino. Dios llama a Su pueblo a la sobriedad, al equilibrio y a la prudencia, porque en ello se refleja Su sabiduría.
El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, también hace un llamado a la sensatez: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). Esta exhortación no solo es una advertencia, sino una invitación a reemplazar lo carnal por lo espiritual. Mientras el vino embriaga y adormece la conciencia, el Espíritu Santo despierta y renueva el alma del creyente. Quien se deja llenar por Dios experimenta una alegría genuina y duradera, no una alegría pasajera que conduce a la ruina.
Habacuc, al pronunciar el juicio divino, también señala que la gloria de los injustos será cubierta de afrenta. Esto nos enseña que todo orgullo humano tiene un límite. El que se exalta será humillado, pero el que se humilla delante del Señor será exaltado. El orgullo, unido a la embriaguez y la falta de dominio, conduce a la vergüenza pública, pues quien no controla su espíritu fácilmente pierde su honra.
Hoy más que nunca, este mensaje sigue siendo relevante. Vivimos en una sociedad que normaliza los excesos y minimiza las consecuencias. Pero la palabra de Dios permanece firme: el hombre sabio se aparta del mal y busca la presencia del Señor. Quien teme a Dios camina con dignidad y mantiene su mente clara, porque entiende que la vida es un don que no debe desperdiciarse en placeres vacíos.
Por eso, querido lector, no tomes las palabras de Habacuc como un simple relato antiguo. Son una guía para nuestra generación. Dios desea que vivamos en santidad, con dominio propio y con un corazón agradecido. Si alguna vez has tropezado en este aspecto, recuerda que siempre hay esperanza. Cristo puede restaurar lo que el pecado ha dañado. Solo basta acudir a Él con sinceridad, pedir perdón y dejar que Su Espíritu renueve tu vida por completo.
De esta forma, no solo evitarás la deshonra que acompaña al pecado, sino que experimentarás la verdadera gloria que proviene de obedecer al Señor. La sobriedad, la prudencia y el amor a Dios son los cimientos de una vida honrada. Que el ejemplo de Habacuc te inspire a mantenerte firme, confiando en que el juicio de Dios siempre es justo y Su misericordia está disponible para quienes se arrepienten de corazón.