El amor de Dios se reconoce porque todo aquel que tiene a Dios manifiesta la justicia que proviene del Señor. Quien comete injusticias no pertenece a Dios, sino al diablo, ya que solo este último obra en maldad y utiliza a aquellos a quienes engaña para perpetrar injusticias.
Es por esto que Juan se refiere a aquellos que son de Dios y que demuestran buenas obras, aquellos que practican la justicia y aman a su hermano. Si eres de Dios, mostrarás amor hacia tu prójimo; de lo contrario, no puedes considerarte de Dios.
Debemos amar a nuestros hermanos y actuar con justicia, como nos insta el siguiente versículo de la primera epístola de Juan:
En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
1 Juan 3:10
Aquellos que son del diablo no tienen amor por su prójimo; más bien, actúan injustamente con sus hermanos. Es por eso que el autor afirma que estos son del diablo.
Al observar el título del capítulo 3, queda claro: «Hijos de Dios». Si somos del Señor y de nuestro Creador, quienes han depositado un amor eterno en nuestros corazones, debemos manifestarlo, mostrando la misericordia y la justicia divina de nuestro Señor.
Amemos a nuestros hermanos, como Dios nos lo ha hecho entender. Practiquemos la justicia con los demás, demostrando ese amor bueno y fiel hacia ellos. Dios vive eternamente en justicia, amor y verdad; no permitamos que el maligno traiga malas influencias a nuestras vidas.