Una persona sabia siempre actúa con prudencia, por lo tanto, prospera en todo lo que hace. Tales personas heredarán honor por sus buenas actitudes, y sus caminos siempre serán rectos delante del Señor.
Pero los necios siempre obtienen su merecido, a ellos no les va bien porque son malvados y actúan según lo que su corazón les indica. Se guían por su propio conocimiento y no son dirigidos por Dios. Por eso, al final del versículo siguiente, se menciona la recompensa de los sabios y la de los necios:
Los sabios heredarán honra,
Mas los necios llevarán ignominia.Proverbios 3:35
Ignominia: Es una grave ofensa que sufre todo hombre, su honor y dignidad quedan por los suelos.
El autor de este libro nos hace un llamado acerca del camino del hombre injusto. Dios no se complace en el camino del hombre injusto, y como su nombre lo indica, actúa sin justicia, ya que solo piensa que no hay un Dios más grande que él.
Por lo tanto, a veces el camino del necio puede parecer envidiable, pero no debemos igualarnos a ellos ni hacer lo que hacen, porque pronto su camino se convertirá en deshonra, y perecerán en sus malos caminos. La misma ignominia los atacará de manera significativa.
Hermanos, no envidiemos el camino del injusto ni sigamos sus pasos. El hombre malvado puede prosperar en riquezas, pero es injusto, y sus días de gloria caerán pronto. Así que, hombres sabios y justos, permanezcan en la justicia de Dios.
La sabiduría es un don divino que transforma la vida del creyente. No se trata de una inteligencia humana ni de conocimientos adquiridos, sino de la dirección del Espíritu Santo en cada decisión. El sabio, al actuar con prudencia, evita el mal, analiza sus pasos y teme a Dios, lo que lo lleva a tener paz, honra y buen testimonio delante de todos.
Por el contrario, el necio se deja llevar por su impulso, habla sin pensar y toma decisiones que más tarde lo conducen al fracaso. El libro de los Proverbios está lleno de consejos para que el hombre no caiga en esa actitud. En Proverbios 12:15 se dice: “El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio”. Este contraste nos enseña que el sabio escucha, analiza y busca la voluntad de Dios, mientras que el necio se encierra en su propio orgullo.
La diferencia entre ambos caminos es evidente: el sabio construye sobre roca firme, y el necio sobre arena. Jesús mismo lo enseñó en Mateo 7:24-27, cuando comparó al hombre prudente que edificó su casa sobre la roca con aquel insensato que la construyó sobre la arena. La tormenta llegó a ambos, pero solo la casa fundada sobre la obediencia a la Palabra permaneció en pie.
El sabio, además, no busca su propia gloria, sino la de Dios. Entiende que la honra proviene del Señor y no del reconocimiento humano. Por eso, vive con humildad, reconoce su dependencia divina y evita caer en el orgullo que destruye a muchos. Mientras tanto, el necio confía en su fuerza, y cuando cree haber alcanzado algo, su orgullo lo derriba, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes (Santiago 4:6).
Por ello, cada día debemos pedir a Dios discernimiento y sabiduría para actuar correctamente. Ser sabios implica obedecer, escuchar la voz del Señor, apartarnos del mal y vivir conforme a Su justicia. Recordemos que la verdadera prosperidad no se mide por lo material, sino por la paz, la integridad y la bendición que Dios da a quienes caminan rectamente.
Querido lector, elige siempre el camino de la sabiduría. No te dejes engañar por las apariencias del éxito rápido ni por los placeres momentáneos que ofrece el mundo. La honra del sabio es eterna, pero la ignominia del necio es pasajera y vergonzosa. Camina con Dios, y tu vida será ejemplo de luz y prudencia en medio de una generación que ha perdido el sentido de lo justo y lo verdadero.