La iglesia de Colosas fue una comunidad que, como muchas otras del primer siglo, enfrentó una serie de desafíos en su fe. En medio del crecimiento del cristianismo, comenzaron a surgir diferentes interpretaciones y enseñanzas que distorsionaban el mensaje original del Evangelio. Por esta razón, el apóstol Pablo escribió esta carta con la intención de fortalecer la fe de los creyentes y recordarles la supremacía de Cristo sobre toda filosofía y tradición humana. Su deseo era que los colosenses permanecieran firmes en la verdad que habían recibido, sin permitir que ideas externas los desviaran del camino de la salvación.
En esta carta, el apóstol Pablo hace una advertencia contra las enseñanzas que estaban siendo impartidas a los Colosenses. Estas enseñanzas estaban en oposición a las leyes del Señor. Por esta razón, el autor enfatiza y les dice a los hermanos en la fe, quienes conocen la verdad de Cristo, que no se dejen engañar por esta doctrina vacía.
En este capítulo, podemos notar que esos hombres enseñaban desde sus conocimientos erróneos, ya que no presentaban a Cristo en sus enseñanzas, lo que insinúa que solo seguían las enseñanzas humanas y no las de Dios.
Es por esta razón que hoy en día también enfrentamos el problema de las falsas doctrinas que se han inculcado en las iglesias. Es un engaño total, tal como lo muestra el apóstol cuando dice «que nadie os engañe.»
Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
Colosenses 2:8
Según este escrito de Pablo, estos engañadores actúan con gran sutileza y llenos de filosofía vacía, como menciona el apóstol, y enseñan de manera errónea, haciéndoles creer que tienen a Cristo cuando no es así.
Por eso se hace este llamado. Los que somos de Cristo y tenemos sabiduría divina sabemos que las Escrituras nos advierten acerca de los engañadores que existieron en la antigüedad, y que todavía están presentes en nuestros días. El enemigo ha preparado a estos engañadores para que la Iglesia de Cristo se aleje de las verdaderas enseñanzas.
Hermanos, prestemos atención a esta advertencia del apóstol Pablo. Estamos viviendo en los últimos tiempos, y hemos sido testigos de cómo la falta de conocimiento ha afectado a la Iglesia. No nos dejemos llevar por la corriente de la falsa doctrina.
El llamado del apóstol sigue siendo muy actual. Hoy existen muchas voces que intentan confundir al pueblo de Dios con palabras atractivas, promesas de prosperidad inmediata o mensajes que suavizan el pecado. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña que debemos poner toda nuestra atención en Cristo, quien es la cabeza del cuerpo y la fuente de toda sabiduría. Solo así podremos discernir lo verdadero de lo falso, y permanecer firmes en la fe que una vez fue dada a los santos.
Pablo exhorta a los creyentes a no dejarse llevar por las modas espirituales o por las tradiciones que no tienen fundamento bíblico. Cada enseñanza debe ser medida bajo la luz de las Escrituras, y si algo no exalta a Cristo o contradice Su Palabra, debemos desecharlo sin temor. El apóstol no solo advertía contra las filosofías paganas, sino también contra aquellas prácticas religiosas que aparentaban ser piadosas pero negaban el poder de Dios.
Hoy más que nunca debemos pedir discernimiento al Espíritu Santo para no caer en errores doctrinales. Recordemos que el enemigo se disfraza como ángel de luz, y muchos son seducidos por mensajes que parecen correctos pero que en realidad los alejan de la verdad del Evangelio. La fidelidad a Cristo debe ser nuestra prioridad, aun cuando eso signifique ir contra la corriente del mundo.
Por eso, amados hermanos, permanezcamos firmes en la verdad, estudiando las Escrituras cada día y manteniendo una comunión constante con Dios. Solo así podremos resistir los engaños de este tiempo y vivir conforme a la voluntad del Señor. Que nuestras vidas sean un reflejo de Su sabiduría, y que cada enseñanza que escuchemos sea filtrada por la luz de la Palabra. Como dijo el apóstol: “Andad en Él, arraigados y sobreedificados en Él, y confirmados en la fe”.

