Maldición, engaños y fraude: De eso está llena la boca de los malvados

La boca de los malvados refleja lo que hay en su corazón: engaño, mentira y violencia. Sus palabras son como veneno que hiere y destruye. Sus pensamientos están llenos de oscuridad, y su lengua es un instrumento del mal. En este salmo, el rey David eleva una súplica desesperada al Dios justo, pidiendo que intervenga contra aquellos que practican la iniquidad. Son hombres cuya vida está marcada por el fraude y la corrupción, que oprimen a los inocentes y se jactan de sus malas obras. En ellos no hay temor de Dios, y sus caminos los conducen inevitablemente a la perdición.

El Salmo 10 nos muestra a un David angustiado por la aparente prosperidad de los impíos. Su oración no es una simple queja, sino un clamor profundo en medio del sufrimiento y la injusticia. Observa cómo describe la boca de los malvados: “Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; debajo de su lengua hay vejación y maldad.” Cada palabra es una denuncia contra aquellos que usan el lenguaje, un don de Dios, como arma de destrucción. Lo que debería ser instrumento de bendición y verdad, se convierte en un canal de mentira y violencia. Este tipo de maldad, dice el salmista, no pasa inadvertida ante los ojos del Señor.

Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude;
Debajo de su lengua hay vejación y maldad.

Salmos 10:7

El mundo actual no es muy diferente del que David describe. Hoy seguimos viendo cómo la maldad se multiplica, cómo el fraude, la mentira y la corrupción contaminan la sociedad. Hay personas que prosperan a costa del sufrimiento ajeno, que se enriquecen mediante el engaño y que no temen a Dios. Sus labios pronuncian maldición, su corazón maquina el mal, y su conciencia se ha endurecido. Pero así como Dios escuchó la oración del salmista, también hoy ve la injusticia que ocurre en el mundo. Su juicio está preparado, y ningún acto perverso quedará sin respuesta.

El juicio de Dios es inevitable. Los hombres inicuos, aquellos que se deleitan en el mal y rechazan la corrección, enfrentarán la ira divina si no se arrepienten. Aunque parezcan triunfar temporalmente, su fin será ruina. La Biblia enseña que “por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:37). Esto nos recuerda que el poder de la lengua puede levantar o destruir, bendecir o maldecir. Por eso, debemos cuidar lo que decimos y pensar antes de hablar. Dios escucha cada palabra que pronunciamos, y de todas ellas daremos cuenta.

Ni el fraude, ni la perversidad, ni el engaño pueden prosperar ante la presencia del Señor. El hombre cuya boca está llena de maldición es abominación ante Dios. Él aborrece la mentira, la hipocresía y la arrogancia. Si alguien camina en ese camino, debe detenerse y arrepentirse. El amor y la gracia del Señor están disponibles incluso para el pecador más perdido. Si confiesa su pecado y busca al Señor de todo corazón, será perdonado y restaurado. Pero si persiste en la maldad, el juicio divino será inevitable, porque Dios es justo y no puede ser burlado.

Querido lector, este salmo nos invita a examinar nuestro corazón y nuestras palabras. ¿Qué sale de nuestra boca: bendición o maldición? ¿Verdad o engaño? El Señor desea que usemos nuestros labios para edificar, no para destruir. Que nuestras palabras sean reflejo de un corazón limpio, lleno de la verdad de Cristo. Recordemos que la lengua puede ser fuego o fuente de vida. Hoy es el momento de abandonar todo camino de maldad y volvernos a Dios, el único que puede purificar nuestro corazón y renovar nuestro hablar. Porque solo los de labios limpios y corazón sincero podrán estar firmes delante del Señor. Amén.

Ayúdame
No me desampares, oh Jehová