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Arrepiéntete

Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.

El Señor, a través del apóstol Juan, dirige un mensaje poderoso a la iglesia de Laodicea, una de las siete iglesias mencionadas en el libro del Apocalipsis. En este mensaje, Dios les llama la atención por su comportamiento espiritual, por su complacencia y su enfoque en las riquezas terrenales. Los creyentes de Laodicea se habían vuelto autosuficientes, confiando más en sus posesiones materiales que en la gracia de Dios. Su salvación se estaba enfriando poco a poco, mientras su aparente prosperidad los cegaba ante su verdadera pobreza espiritual. Este mensaje, aunque escrito hace siglos, sigue siendo una advertencia muy actual para las iglesias de hoy.

El capítulo 3 de Apocalipsis deja en evidencia el amor del Señor hacia Su pueblo, incluso cuando los reprende. Cristo no deseaba destruir a la iglesia de Laodicea, sino despertarla. Su corrección era una muestra de Su amor. Por eso declara que disciplina a los que ama, una verdad que atraviesa toda la Escritura. Dios no ignora los errores de quienes ama, sino que los confronta para restaurarlos. Así como un padre corrige a su hijo para que vuelva al buen camino, así el Señor amonesta a Su iglesia para que no perezca. En Su reprensión hay esperanza, porque el propósito de Su castigo no es condenar, sino salvar.

El llamado de Cristo a esta iglesia fue claro y directo: “Sé celoso y arrepiéntete.” La palabra “celoso” aquí no se refiere a un celo carnal, sino a un ardor espiritual, un fervor por las cosas de Dios. El Señor quería que Laodicea volviera a tener pasión por Él, que dejara la apatía y el conformismo. Dios siente celo por Su pueblo, porque nos ama y desea una relación íntima con nosotros. Pero cuando el creyente se enfría y empieza a poner su corazón en las riquezas o en las preocupaciones de este mundo, se aleja del propósito divino. Por eso Jesús los llama a despertar, a recuperar el fuego del primer amor antes de que sea demasiado tarde.

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Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.

Apocalipsis 3:19

Estas palabras del Señor revelan una profunda verdad espiritual: la corrección divina es señal de amor. Cuando Dios nos llama la atención, no lo hace por enojo, sino porque no quiere que nos perdamos. En este versículo, el Señor invita a la iglesia a una acción inmediata: arrepentirse. Arrepentirse no es solo reconocer el error, sino cambiar de rumbo, abandonar el pecado y volver a Dios con sinceridad. La indiferencia espiritual es un enemigo mortal, porque adormece el alma hasta que ya no percibe la voz del Espíritu. Por eso el llamado de Cristo es urgente: no sigas siendo tibio, decide si estarás con Él o contra Él. El Señor no acepta la neutralidad en la fe.

La iglesia de Laodicea representa a muchos creyentes y congregaciones de nuestros tiempos. Hoy en día, muchas iglesias se han dejado llevar por el brillo del dinero, la fama y la comodidad. Han cambiado la adoración sincera por espectáculos, y la predicación del arrepentimiento por mensajes de motivación vacíos. En lugar de buscar la presencia del Espíritu Santo, buscan reconocimiento y éxito terrenal. El resultado es una iglesia tibia, sin pasión ni poder espiritual. Estas congregaciones, al igual que Laodicea, se sienten ricas y bendecidas, pero a los ojos de Dios son pobres, ciegas y desnudas.

El Señor les recuerda que solo en Él hay verdadera riqueza. Las posesiones materiales no pueden comprar la salvación ni llenar el vacío del corazón. Por eso dice: “Compra de mí oro refinado en fuego”, es decir, busca una fe genuina, probada por la obediencia y el sufrimiento. La tibieza espiritual no solo disgusta al Señor, sino que provoca Su rechazo. En Apocalipsis 3:16, Jesús declara: “Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Estas son palabras duras, pero necesarias, porque muestran que Dios no tolera una fe a medias. Él quiere creyentes comprometidos, encendidos en el Espíritu, que vivan para Su gloria y no para su propio placer.

El mensaje a Laodicea termina con una promesa y una advertencia. Cristo dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Esta es una imagen conmovedora: el Salvador, de pie ante la puerta del corazón humano, esperando ser recibido. No fuerza la entrada, sino que llama con paciencia y amor. Pero si el hombre no abre, la oportunidad puede perderse. La invitación de Cristo sigue vigente hoy: abrirle el corazón, dejar la tibieza y renovar la comunión con Él.

Querido lector, el Señor también te dice hoy: “Arrepiéntete y sé celoso.” No dejes que tu fe se enfríe ni que las preocupaciones del mundo te aparten de Su presencia. Si has descuidado tu relación con Dios, este es el momento de volver a Él. No ignores Su voz. Él sigue llamando con ternura, pero también con urgencia. Mantente firme, renueva tu pasión por Cristo y busca las riquezas eternas que no se corrompen. Porque pronto el Señor vendrá, y solo los que estén encendidos en Su amor participarán en las bodas del Cordero. Amén.

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