A continuación veremos un proverbio que proviene de las palabras de Agur, un hombre sabio al igual que Salomón, cuyas enseñanzas fueron inspiradas por el Espíritu de Dios. Este proverbio que analizaremos contiene una profunda reflexión moral y espiritual sobre el pecado del adulterio y la dureza del corazón humano cuando ya no hay conciencia de culpa. Aunque el texto pone como ejemplo a una mujer, el mensaje aplica a todo aquel que comete adulterio, sin importar su género. La enseñanza es universal: cuando el ser humano peca y actúa como si nada hubiese pasado, se aleja peligrosamente de la corrección divina.
El proceder de la mujer adúltera es así:
Come, y limpia su boca
Y dice: No he hecho maldad.Proverbios 30:20
Este versículo describe la actitud de una persona que comete el pecado de adulterio sin remordimiento alguno. “Come y limpia su boca” es una expresión figurada que muestra la frialdad y la indiferencia ante el pecado. Así como alguien come y luego se limpia como si nada hubiera sucedido, el adúltero peca y continúa su vida como si fuera inocente. La expresión “no he hecho maldad” revela una conciencia cauterizada, una mente que justifica sus actos y un corazón endurecido que ya no siente temor de Dios. Este tipo de conducta muestra hasta qué punto el ser humano puede llegar cuando desprecia la corrección divina.
18 Tres cosas me son ocultas; aun tampoco sé la cuarta:
19 El rastro del águila en el aire; el rastro de la culebra sobre la peña; el rastro de la nave en medio del mar; y el rastro del hombre en la doncella.Proverbios 30:18-19
Agur observa cuatro cosas difíciles de comprender. El vuelo del águila, el deslizamiento de la serpiente, la navegación del barco y la relación entre un hombre y una mujer. Pero lo que más lo desconcierta es que, mientras el águila, la serpiente y la nave actúan conforme a la naturaleza que Dios les dio, el ser humano, creado a imagen de Dios, usa su libertad para pecar. El adulterio, a diferencia de los otros ejemplos, no es un acto natural ni inocente, sino una traición a la fidelidad y una ofensa directa al Creador. La persona infiel actúa en secreto, tratando de ocultar su pecado, pero olvida que Dios todo lo ve y que nada escapa a Su mirada.
El adulterio es uno de los pecados más destructivos en la Biblia, porque rompe el pacto sagrado del matrimonio y daña profundamente a las personas involucradas. En los diez mandamientos se nos ordena: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14). Este mandamiento no es solo una regla moral, sino una protección divina para preservar la pureza, la confianza y la estabilidad familiar. Cuando se viola ese pacto, las consecuencias pueden ser devastadoras: matrimonios rotos, hijos heridos, pérdida de credibilidad y, sobre todo, una separación espiritual del Señor. Dios aborrece el adulterio no por crueldad, sino porque ama la santidad y desea proteger el corazón del hombre de sus propias pasiones.
En el libro de Proverbios, Salomón también advierte sobre los peligros del adulterio: “El que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace” (Proverbios 6:32). El pecado sexual no solo afecta al cuerpo, sino también al espíritu. Crea un vacío interior, una mancha que solo puede ser limpiada por el arrepentimiento genuino y la gracia de Dios. Por eso, si alguien ha caído en este pecado, no debe justificarse como la mujer adúltera del proverbio, sino humillarse ante el Señor, confesar su falta y pedir perdón. El mismo Dios que juzga el pecado es también misericordioso para restaurar al pecador arrepentido.
En nuestros días, el adulterio se ha normalizado en gran parte del mundo. Las redes sociales, las películas y la cultura popular lo presentan como algo aceptable o incluso atractivo, pero la Palabra de Dios sigue siendo clara: “El matrimonio sea honroso en todos, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4). El juicio de Dios no se puede evitar. Aunque el adulterio se cometa en secreto, tarde o temprano saldrá a la luz. Nada queda oculto ante los ojos del Todopoderoso.
Por eso, querido lector, huye del pecado del adulterio. No sigas el ejemplo de la mujer adúltera de Proverbios 30:20, que peca sin remordimiento y dice: “No he hecho maldad”. Pídele ayuda al Señor para mantenerte puro y fiel, tanto en tu mente como en tus acciones. Busca Su fortaleza para vencer las tentaciones y vivir una vida santa. Recuerda que Dios recompensa la fidelidad y da gracia a los humildes. El adulterio puede destruir familias, pero la obediencia y el arrepentimiento restauran corazones. Huye del pecado y corre a los brazos de tu Salvador, porque solo en Él hay perdón, restauración y verdadera libertad. Amén.