Icono del sitio Restablecidos

Alabaré a Jehová conforme a Su justicia

Alabaré a Jehová conforme a su justicia, Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.

Solo una persona verdaderamente sabia sabe reconocer la justicia que viene de Dios, y no la suya propia. La sabiduría espiritual consiste en comprender que toda justicia humana es limitada, imperfecta y pasajera, mientras que la justicia divina es eterna, perfecta y pura. Por eso, quienes entienden esta verdad no buscan gloria propia, sino que levantan sus voces para alabar el nombre del Señor. El corazón humilde reconoce que el juicio justo proviene del Altísimo, que pesa los corazones y juzga con rectitud. Así lo entendía el rey David, quien en medio de sus batallas, persecuciones y conflictos personales, supo elevar su mirada al cielo para reconocer que la victoria y la vindicación solo vienen de Dios.

En este salmo, David da alabanzas al Señor porque reconoce que su justicia personal no podía compararse con la de Dios. Aunque fue un hombre conforme al corazón de Dios, nunca dejó de reconocer sus propias limitaciones y pecados. En lugar de justificarse a sí mismo, pedía al Señor que fuera Él quien lo vindicara. Esa actitud de humildad es lo que debemos imitar: depender completamente de la justicia divina y no de nuestras propias fuerzas. El salmista ora con sinceridad, entregando su causa en manos del Juez supremo, confiando en que el Señor siempre hará justicia a los rectos de corazón.

Alabaré a Jehová conforme a su justicia,
Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.

Salmos 7:17

-->

El mensaje de este versículo final del Salmo 7 es una declaración de fe, gratitud y confianza. David, a pesar de estar rodeado de enemigos y de enfrentar falsos testimonios, decide terminar su oración con alabanza. En lugar de lamentarse, elige cantar. Reconoce que la justicia de Dios se manifiesta en Su tiempo y en Su forma, y que el deber del creyente no es vengarse ni desesperar, sino alabar. Cuando el alma comprende que Dios gobierna con justicia, encuentra descanso incluso en medio del conflicto. Alabar al Señor “conforme a Su justicia” implica aceptar que Su juicio es siempre perfecto, aunque muchas veces no lo entendamos completamente.

Si leemos este salmo completo, veremos al salmista elevando cánticos llenos de fe y confianza en el Señor. Es claro que David aclara que no es por sus méritos, sino por la justicia divina. Él sabía que el ser humano tiende a justificarse y a pensar que sus propias acciones bastan, pero ante el trono de Dios nadie puede presentarse con justicia propia. Como dice Isaías 64:6, “todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia”. Por eso, la verdadera alabanza brota de un corazón que entiende su necesidad de gracia. David adoraba al Señor no porque todo fuera perfecto, sino porque sabía que el Dios justo estaba obrando incluso en medio de su sufrimiento.

En este capítulo también vemos que David clama al Señor por la maldad de los hombres. Había enemigos que lo perseguían injustamente, que tramaban su caída y hablaban falsedades contra él. Sin embargo, en lugar de maldecirlos, David los pone en manos de Dios. Pide que el Señor juzgue rectamente y defienda su causa. Es un ejemplo de cómo debemos reaccionar cuando somos atacados o malentendidos: no con venganza ni resentimiento, sino con oración y confianza. La justicia humana muchas veces falla, pero la justicia de Dios nunca se equivoca. Él ve el corazón y sabe quién actúa con rectitud y quién con engaño.

Por eso, es bueno que al igual que el salmista podamos decir: «Te alabaré, Señor, conforme a Tu justicia y no a la mía». Esa frase resume la actitud del creyente maduro: humildad ante Dios, dependencia de Su voluntad y gratitud por Su misericordia. En tiempos donde la injusticia parece gobernar y la maldad abunda, el pueblo de Dios debe mantenerse firme alabando al Altísimo. Alabar conforme a Su justicia también significa reconocer Su soberanía, Su poder y Su bondad incluso cuando no comprendemos el porqué de las pruebas. David nos enseña que el camino del justo no se mide por los éxitos humanos, sino por la fe en el Dios que todo lo ve.

Llevemos nuestras causas delante del Señor así como lo hizo David. Confiemos en que el Señor vindicará al inocente, restaurará lo que fue dañado y recompensará a los que perseveran. Al final, solo Su justicia permanecerá. No te canses de hacer el bien, ni permitas que la injusticia te robe la paz. Recuerda que el Altísimo juzgará con equidad a todas las naciones, y que los que confían en Él jamás serán avergonzados. Alaba a Dios conforme a Su justicia, canta Su nombre con gozo y deja que Su rectitud sea tu defensa. Porque al final de todo, Su justicia es perfecta, eterna y verdadera. Amén.

No seas como la mujer adúltera
El chismoso aparta a los mejores amigos
Salir de la versión móvil