Si en verdad eres una persona sabia en el Señor, entonces debes procurar mantener tu conducta irreprensible delante de Dios y de los hombres. La sabiduría que viene del cielo no se mide por palabras elocuentes o conocimientos teológicos, sino por la forma en que vivimos cada día. Quien es verdaderamente sabio camina bajo la voluntad de Dios, actúa con prudencia, habla con amor y se esfuerza por reflejar el carácter de Cristo en todo lo que hace. La sabiduría divina no busca reconocimiento, sino obedecer a Dios en los detalles más pequeños, siendo ejemplo para los que caminan a nuestro alrededor. Un corazón sabio no solo entiende la Palabra, sino que la pone en práctica, y su vida se convierte en un testimonio vivo del poder transformador del Evangelio.
En el versículo que meditaremos en este artículo, Santiago se dirige especialmente a quienes enseñan, a los que lideran o aspiran a instruir a otros en la fe. En su carta, el apóstol advierte sobre la gran responsabilidad de aquellos que guían a otros, pues sus palabras y acciones pueden edificar o destruir. Por eso, exhorta a vivir con sabiduría que proviene de lo alto, evitando caer en la arrogancia, la envidia o las malas intenciones. En un contexto donde muchos buscaban ser reconocidos como maestros, Santiago recuerda que la verdadera sabiduría no se demuestra con discursos, sino con una vida íntegra y piadosa. Por eso declara con autoridad:
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
Santiago 3:13
Santiago también advierte sobre el peligro de la falsa sabiduría. Dice que donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. La verdadera sabiduría no se mezcla con la amargura ni con el orgullo. Por eso exhorta a no jactarse ni mentir contra la verdad. Cuando el corazón se aleja de la humildad y busca la gloria propia, fácilmente se convierte en presa del enemigo. El sabio no presume de lo que sabe, sino que reconoce que todo entendimiento viene de Dios. La sabiduría terrenal puede impresionar por un momento, pero la sabiduría espiritual permanece para siempre porque proviene del Espíritu Santo.
Por eso, amados hermanos, seamos sabios en la manera en que vivimos y conducimos nuestras palabras y acciones. Dirijamos nuestras vidas conforme a la sabiduría que viene de lo alto, aquella que es pura, pacífica, amable, llena de misericordia y de buenos frutos. Y si en algún momento notamos que nuestro corazón comienza a inclinarse hacia una sabiduría carnal, hacia la soberbia o el ego, acudamos inmediatamente al Señor. Él promete dar sabiduría abundantemente a todo aquel que la pida sin dudar. Vivamos con prudencia, con mansedumbre y con amor, reflejando la sabiduría de Cristo en todo lo que hacemos. Así, nuestra vida será una carta abierta que glorifique a Dios y edifique a quienes nos rodean. Amén.