No puedes ser discípulo de Jesús si no haces esto

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La Biblia nos enseña algo profundamente significativo y esencial para nuestra vida cristiana: el llamado a tomar nuestra cruz y seguir a Cristo. No se trata de una invitación opcional, sino de una condición indispensable para quienes desean ser verdaderos discípulos de Cristo. Seguir al Señor implica mucho más que profesar fe con los labios; es una entrega diaria, un compromiso constante y una disposición total a obedecer Su voluntad, incluso cuando eso signifique renunciar a nuestras propias comodidades o deseos personales. Este acto de cargar la cruz simboliza el morir al yo, a la carne y a todo aquello que se opone a la voluntad divina. Es el camino de la humildad, de la perseverancia y del amor incondicional a nuestro Salvador.

En el evangelio según Lucas encontramos una enseñanza directa y desafiante de Jesús. Él no prometió una vida sin sufrimientos, sino una vida con propósito eterno. El Maestro fue claro al decir que quien desee ser su discípulo debe estar dispuesto a cargar su cruz y seguirle, sin mirar atrás. Este llamado trasciende los tiempos, recordándonos que el camino del cristiano está marcado por la obediencia y la fe. No importan las pruebas ni las aflicciones que tengamos que enfrentar, porque la recompensa de seguir a Cristo es infinitamente mayor que cualquier sufrimiento temporal. Quien permanece fiel, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman.

Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

Lucas 14:27

El Maestro habló con franqueza sobre el costo del discipulado. Desde los tiempos antiguos hasta hoy, innumerables creyentes han demostrado su amor a Cristo con sacrificio y fidelidad. Hombres y mujeres de fe entregaron sus vidas por causa del evangelio, llevando el mensaje de salvación hasta los confines de la tierra. Algunos fueron perseguidos, otros encarcelados, y muchos murieron proclamando el nombre de Jesús. Sin embargo, todos ellos entendieron que seguir a Cristo vale más que cualquier tesoro terrenal. El ejemplo de estos héroes de la fe debe inspirarnos a no desistir, a permanecer firmes en medio de la adversidad y a llevar con gozo la cruz que el Señor nos ha encomendado.

Jesús también nos enseñó que el seguimiento verdadero implica una decisión radical. Dijo que todo aquel que no esté dispuesto a ponerlo a Él por encima de padre, madre, hermanos o incluso de su propia vida, no puede ser su discípulo. No se trata de despreciar a los seres queridos, sino de reconocer que Cristo debe ocupar el primer lugar en nuestro corazón. El evangelio de Cristo no es un camino cómodo ni popular; es una senda de renuncia, amor y entrega total. Seguirle implica soltar el pasado, dejar lo que estorba y caminar con los ojos puestos en Él, confiando en que Su gracia bastará en todo momento.

Así que, si deseas seguir al Maestro, examina tu corazón. Pregúntate qué cosas te impiden avanzar, qué cargas te atan y qué temores te detienen. Luego, entrégalas al Señor, toma tu cruz y síguelo con determinación. No temas al sacrificio, porque cada paso de obediencia es una semilla de eternidad. Jesús no prometió que sería fácil, pero sí aseguró que valdría la pena. Y cuando llegues al final del camino, oirás las palabras más dulces que un discípulo puede escuchar: “Bien, buen siervo y fiel”. Toma tu cruz cada día y sigue a Jesús; en Él encontrarás la vida, la paz y la recompensa eterna.

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Advertencia a los que juran falsamente
Sabe el Señor reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio