El Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud

Es claro que el Señor siempre tiene un propósito perfecto y preservará a aquellos que, en Su infinita misericordia, han sido escogidos por Él. Nada escapa a Su voluntad ni a Su plan eterno. A lo largo de la historia bíblica, Dios ha demostrado que no deja sin justicia a los impíos ni sin recompensa a los justos. Su justicia no se retrasa, aunque a veces el hombre crea que sí; llega en el momento exacto, de acuerdo con Su soberanía. El Señor ejecutará Su sentencia sobre todo hombre con rectitud y prontitud, tal como ha prometido. En muchas ocasiones, los juicios divinos fueron enviados por el Señor a causa del pecado, especialmente sobre Judá, cuando el pueblo escogido se apartaba de los caminos de la verdad y prefería los ídolos del corazón antes que a su Dios.

A lo largo de las Escrituras vemos repetidamente la mano poderosa de Dios actuando sobre las naciones. Cuando la maldad subía hasta el cielo, el juicio descendía con fuerza. Así lo fue en el caso de Sodoma y Gomorra, ciudades que se corrompieron completamente, olvidando toda reverencia hacia su Creador. El pecado, la violencia y la inmoralidad llenaron sus calles, y el clamor de sus injusticias llegó ante el trono divino. Sin embargo, aun en medio de la destrucción, la misericordia del Señor brilló: Él salvó a Lot y a su familia, mostrando que siempre hay un remanente al que Dios protege. Así mismo, el apóstol Pablo en la carta a los Romanos nos recuerda este principio eterno en el capítulo 9, verso 28:

porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud.

Romanos 9:28

Esta enseñanza sigue siendo relevante para nosotros hoy. Vivimos en tiempos donde muchos confían en sus propios logros espirituales, en sus buenas acciones o en su reputación religiosa, creyendo que eso bastará para ser aprobados por Dios. Sin embargo, la Palabra es clara: el hombre solo puede ser declarado justo por medio de la fe en Cristo. Las obras son el fruto de esa fe, no su causa. Y del mismo modo que Israel falló por confiar en su propia justicia, nosotros también caeremos si no descansamos completamente en la gracia de Dios.

En los tiempos finales, la Biblia enseña que todos los habitantes de la tierra comparecerán ante el juicio de Dios. Allí se revelará el corazón de cada persona, y será determinado quiénes son dignos de entrar en la Santa Ciudad y quiénes serán arrojados al lago de fuego. Esta es una verdad solemne que debe llevarnos a examinar nuestras vidas con humildad y reverencia. No se trata de vivir con miedo, sino con conciencia y fe, sabiendo que el Señor es justo y que Su misericordia está disponible para quienes se arrepienten sinceramente.

Por eso, recuerda que para alcanzar justicia ante Dios, es necesario tener fe en Cristo Jesús. Él es el único mediador entre Dios y los hombres, el único camino hacia la salvación. Quien pone su confianza en Cristo no será avergonzado. No repitamos el error de Israel, que buscaba justicia por obras y no por fe, perdiendo así el favor divino. Actuemos como cristianos sabios, caminando en fe, obediencia y amor. No pretendamos alcanzar el cielo por méritos propios, sino por la gracia del Salvador. Solo así podremos evitar la sentencia que cayó sobre Sodoma y Gomorra, y ser hallados dignos del Reino eterno preparado para los que aman al Señor. Amén.

Mira mi aflicción que padezco, ten misericordia de mí
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