Hay una canción cristiana muy conocida que dice: “Si tú pruebas todo y todo te falla, prueba a Cristo.” Esta frase encierra una profunda verdad espiritual. En la vida, muchos buscan la felicidad en cosas pasajeras: en el dinero, en los logros, en la fama o en relaciones humanas, pero todas esas cosas terminan dejando un vacío en el alma. Ninguna de ellas puede llenar el corazón como lo hace Cristo. Solo cuando llegamos al final de nuestros esfuerzos y caemos a los pies del Salvador, descubrimos que la verdadera felicidad no está en lo material, sino en tener paz con Dios y experimentar Su amor transformador.
La fe es el puente que nos conecta con esa plenitud que solo el Señor puede dar. Por eso, el apóstol Pablo plantea una pregunta clave: “¿Tienes tú fe?” Una persona que tiene fe recibe la fortaleza divina para mantenerse firme, incluso cuando todo a su alrededor parece derrumbarse. La fe no es simplemente creer que Dios existe, sino confiar en Él completamente, descansar en Su voluntad y reconocer que Su plan siempre es mejor que el nuestro. Sin fe, el alma se debilita, y es fácil que el enemigo siembre dudas, desánimo y temor.
Pablo, en su carta a los Romanos, enseña que la fe debe guiar cada una de nuestras decisiones. No basta con decir que creemos, es necesario actuar con esa convicción, vivir en coherencia con lo que decimos creer. Porque si no actuamos con fe, lo que hacemos carece de valor espiritual y puede incluso convertirse en pecado. La fe no solo agrada a Dios, sino que nos libra de condenarnos a nosotros mismos por actuar fuera de Su voluntad.
Amados hermanos en la fe, sigamos adelante con una fe genuina y perseverante. No dejemos que el mundo nos robe la confianza en el Señor. Cuando todo parezca difícil, recordemos que “el justo por la fe vivirá.” Si sientes que tu fe está débil, clama a Dios como aquel padre que dijo: “Creo, Señor; ayuda mi incredulidad.” Él fortalecerá tu corazón y te sostendrá en medio de la tormenta. Vive cada día creyendo que Dios está contigo, y verás cómo Su fidelidad se manifestará en tu vida. Actúa con fe, ora con fe y espera con fe, porque el que confía en el Señor jamás será avergonzado.