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La carta dirigida a la iglesia de Esmirna es una de las siete que el Señor envía en el libro del Apocalipsis. En ella, Jesús se presenta como “el primero y el último, el que estuvo muerto y vivió”, recordándole a esta iglesia que Él tiene poder sobre la vida y la muerte. Esmirna era una congregación fiel que, a pesar de sufrir persecución y pobreza, mantenía su fe intacta. Jesús no la reprende por ningún pecado, sino que la anima a permanecer firme. En tiempos de tribulación, Su mensaje es claro: no temas. Este llamado no era solo para ellos, sino también para todos los creyentes que, a lo largo de la historia, enfrentan pruebas por causa del Evangelio.
El Señor, al hablarles, no les promete escapar del sufrimiento, sino recibir fortaleza en medio de él. Les advierte que el diablo echaría a algunos en la cárcel, pero les asegura que aquello solo sería una prueba temporal. Las palabras “tendréis tribulación por diez días” indican que el dolor tiene un límite, que Dios siempre controla la duración de nuestras pruebas. Jesús no se complace en el sufrimiento de Sus hijos, pero lo permite con un propósito: purificar la fe y hacerla más preciosa que el oro. La iglesia de Esmirna debía aprender que el sufrimiento no es señal de abandono, sino una oportunidad para demostrar fidelidad.
No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
Apocalipsis 2:10
Qué palabras tan profundas pronuncia el Señor: “Sé fiel hasta la muerte.” Jesús no promete una vida sin dolor, sino una recompensa eterna para los que perseveran. La corona de la vida representa el premio celestial que Dios ha reservado para aquellos que no renuncian a Su nombre, aun cuando las circunstancias son difíciles. Es la corona de los vencedores, de los mártires, de los fieles que amaron más al Señor que a su propia vida. En el contexto bíblico, la corona simboliza honor, victoria y eternidad. Por tanto, los sufrimientos del presente no pueden compararse con la gloria venidera que será revelada en nosotros.
Así como la iglesia de Esmirna fue llamada a mantenerse firme, el Señor también nos llama hoy a perseverar en la fe. Vivimos tiempos donde la persecución puede no ser física, pero sí espiritual, emocional o social. Muchos creyentes enfrentan burlas, rechazo o presiones por mantenerse fieles a la verdad. Sin embargo, el mensaje sigue siendo el mismo: “No temas en nada lo que vas a padecer.” Dios está en control. El enemigo puede intentar probar nuestra fe, pero no puede destruir lo que el Señor ha sellado con Su Espíritu.
Amados hermanos, el Señor es un Dios de esperanza y fidelidad. Él ve cada lágrima, conoce cada aflicción y promete acompañarnos en cada prueba. Cuando el enemigo ataque, recordemos que no estamos solos; Cristo camina a nuestro lado, como caminó con los tres jóvenes en el horno de fuego. Nada de lo que sufrimos es en vano, porque nuestro Dios convierte el dolor en propósito, y la tribulación en testimonio.
Por eso, seamos fieles hasta el fin. No permitamos que el temor nos paralice ni que las pruebas nos aparten del camino. Cada batalla librada en fe nos acerca más al galardón eterno. La fidelidad no se mide en los días de calma, sino en los días de tempestad. Y aunque el mundo se levante contra nosotros, Dios sigue siendo nuestro escudo. Él promete que los que vencen heredarán todas las cosas, y que enjugará toda lágrima de los ojos de Sus hijos. Permanece firme, porque el que prometió es fiel. La corona de vida te espera.
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