En este pasaje bíblico encontramos una de las advertencias más firmes del Señor hacia Su pueblo. El profeta Amós fue escogido por Dios para llevar un mensaje de corrección a Israel, una nación que había prosperado materialmente pero que se había alejado espiritualmente. El pueblo vivía en abundancia, pero sus corazones se habían llenado de orgullo, injusticia y desobediencia. En medio de aquella decadencia moral y espiritual, Dios levantó a Amós para anunciar el juicio que caería sobre Israel si no se arrepentía y volvía al camino recto. Este mensaje no fue solo para Israel, sino también para nosotros hoy, porque nos recuerda que la justicia y la obediencia son pilares indispensables en la relación con Dios.
Amós no era un profeta de palacio ni un hombre de linaje sacerdotal; era un pastor y cultivador de higos que fue llamado por Dios para proclamar Su palabra con autoridad. En su tiempo, Israel disfrutaba de estabilidad política y prosperidad económica, pero detrás de esa apariencia de bienestar había una profunda corrupción espiritual. El pueblo había dejado de escuchar la voz de Dios, se había entregado a la idolatría y había olvidado la misericordia hacia los más pobres. En lugar de vivir conforme a los mandamientos del Señor, se habían llenado de orgullo y confiaban en sus propias fuerzas. Por eso, el mensaje de Amós fue claro: el juicio divino era inevitable si no abandonaban el mal camino.
Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José.
Amós 5:15
Estas palabras son un llamado urgente a la reflexión. El Señor, en Su misericordia, no deseaba destruir a Su pueblo, sino que se arrepintieran. Sin embargo, la desobediencia de Israel había llegado a un punto tan grave que las consecuencias estaban a las puertas. El pueblo practicaba el culto religioso, pero su corazón estaba lejos de Dios. Ofrecían sacrificios, cantaban salmos, pero al mismo tiempo oprimían al necesitado, aceptaban sobornos y se burlaban de la justicia. Dios, a través de Amós, les recuerda que el verdadero culto no consiste en rituales vacíos, sino en vivir con rectitud, amar el bien y rechazar el mal. Solo entonces el Señor tendría piedad del remanente fiel.
El profeta hace énfasis en tres acciones espirituales: aborrecer el mal, amar el bien y establecer la justicia. Estas tres virtudes son inseparables para quien desea vivir bajo la bendición de Dios. No se puede amar el bien y al mismo tiempo tolerar el pecado. Tampoco se puede buscar justicia si el corazón está lleno de malicia. Dios nos llama a ser diferentes, a reflejar Su carácter en medio de una generación que se ha apartado de la verdad. La justicia de Dios debe reflejarse en cómo tratamos a los demás, en nuestra honestidad, en la compasión hacia el necesitado y en la fidelidad a Su Palabra.
El pueblo de Israel fue advertido de que su rebeldía traería consecuencias. La nación sería derrotada y llevada cautiva, no porque Dios fuera injusto, sino porque no quisieron escuchar. Las pérdidas serían tan grandes que ni siquiera podrían defenderse en la guerra. Este es un recordatorio para nosotros: cuando una persona o una nación decide darle la espalda a Dios, inevitablemente se aleja también de la bendición. La desobediencia abre puertas al caos, a la confusión y a la ruina espiritual. Por eso, debemos examinar nuestras vidas y preguntarnos si estamos caminando bajo la voluntad de Dios o siguiendo nuestros propios deseos.
El mensaje de Amós sigue vigente hoy más que nunca. Vivimos en tiempos donde muchos han cambiado el bien por el mal y han normalizado el pecado. Sin embargo, la voz de Dios sigue resonando a través de Su Palabra: “Aborrece el mal y ama el bien”. Este mandato es una guía clara para todo creyente que desea agradar al Señor. No podemos permanecer indiferentes ante la injusticia ni convivir cómodamente con el pecado. Debemos tomar una postura firme a favor de la verdad, aunque eso implique ir en contra de la corriente del mundo.
Así como Dios tuvo misericordia del remanente de Israel, también tendrá misericordia de aquellos que hoy se arrepienten y buscan Su rostro con humildad. Si nos apartamos de los caminos del Señor, sufriremos las consecuencias del pecado, pero si nos volvemos a Él con un corazón sincero, hallaremos perdón y restauración. Aprendamos del error del pueblo de Israel: no esperemos al juicio para reconocer nuestra necesidad de Dios. Busquémosle ahora, mientras puede ser hallado, y comprometámonos a vivir conforme a Su justicia. Aborrezcamos el mal, amemos el bien y establezcamos la justicia en nuestra vida diaria. Entonces, el Señor tendrá piedad de nosotros y Su bendición reposará sobre nuestras familias y generaciones. Amén.

