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No deis lugar al diablo

ni deis lugar al diablo.

Esta es una exhortación a vivir plenamente la nueva vida en Cristo Jesús. Cuando entregamos nuestro corazón al Señor y lo reconocemos como nuestro Salvador, ocurre un cambio profundo en nuestro interior: las tinieblas desaparecen y la luz de Dios comienza a brillar en nosotros. Ya no caminamos bajo el dominio del pecado ni somos esclavos de nuestras pasiones, sino que vivimos guiados por el Espíritu Santo. Cristo nos ha hecho libres, y en Él encontramos un propósito nuevo, una identidad redimida y una esperanza eterna.

Vivir en Cristo significa caminar en la luz, apartándonos de todo aquello que pertenece al viejo hombre. El enemigo ya no tiene autoridad sobre nosotros, porque fuimos comprados a precio de sangre. Sin embargo, aunque el diablo ha sido vencido, aún intenta infiltrarse en nuestras vidas a través de pequeñas brechas: un pensamiento impuro, una actitud de orgullo, un momento de ira o de desobediencia. Por eso debemos estar vigilantes, revestidos de la armadura de Dios y cubiertos con Su escudo protector. Solo así podremos resistir sus engaños y permanecer firmes en la fe.

El apóstol Pablo, al escribir a los efesios, exhorta a los creyentes a no regresar a las viejas costumbres del mundo, sino a vivir como verdaderas nuevas criaturas. Aquellos que han nacido de nuevo deben mostrar con su vida el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. En ese contexto, Pablo advierte con claridad:

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ni deis lugar al diablo.

Efesios 4:27

Este breve versículo encierra una verdad poderosa. Pablo sabía que el enemigo no necesita una gran puerta abierta para entrar, sino una pequeña rendija en el corazón. Por eso aconseja a los creyentes que no le den ningún lugar. Un solo acto de descuido puede convertirse en una trampa espiritual. Quien permite que la ira, el rencor o la mentira habiten en su corazón, le está dando espacio al adversario. Pero quien permanece en la obediencia a Cristo, cierra toda puerta al enemigo y se mantiene bajo la protección divina. No dar lugar al diablo es una decisión diaria que requiere discernimiento, oración constante y dependencia del Espíritu Santo.

El apóstol también se refiere al viejo hombre, esa naturaleza pecaminosa que todos teníamos antes de conocer al Señor. Vivíamos conforme a los deseos de la carne, buscando nuestro propio placer, alejados de la voluntad de Dios. Pero ahora, en Cristo, hemos sido renovados en el espíritu de nuestra mente. Nuestra forma de pensar, de hablar y de actuar debe reflejar el carácter de Cristo. No podemos pretender tener una vida victoriosa si seguimos alimentando al viejo hombre con las cosas del mundo. Es necesario morir a nosotros mismos cada día y permitir que Cristo viva en nosotros.

Ser nuevos en Cristo implica un cambio completo de dirección. Ya no seguimos las corrientes de este mundo ni los deseos del corazón engañoso; ahora seguimos la voz del Buen Pastor. Él nos llama a vivir en santidad, en integridad y en comunión con Dios. Si de verdad hemos nacido de nuevo, debemos reflejar esa transformación en cada área de nuestra vida: en nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras relaciones y nuestras decisiones. Recordemos siempre que el enemigo no puede tomar dominio de aquello que está plenamente rendido a Cristo.

Por eso, amado hermano, guarda tu corazón con diligencia y no le des cabida al diablo en tu vida. Si Cristo habita en ti, vive como un hijo de la luz. No te dejes arrastrar por el pasado ni por las tentaciones del enemigo. Camina firme en la fe, confiando en que el Señor te fortalecerá en toda batalla espiritual. Revestido de Cristo, podrás resistir toda artimaña del maligno y perseverar hasta el fin. Recuerda siempre: el que está en nosotros es más grande que el que está en el mundo. Amén.

Venceré y me sentaré con Jesús en Su trono
Los pecadores serán destruidos por su propia perversidad
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