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Aunque muchos me persigan no me apartaré de Tus testimonios

Muchos son mis perseguidores y mis enemigos, Mas de tus testimonios no me he apartado.

Esta es la grandeza de la Palabra de Dios, un testimonio vivo de Su poder, Su fidelidad y Su verdad eterna. En ella encontramos refugio, consuelo y dirección para nuestras vidas. La Palabra del Señor no es simplemente un conjunto de letras o frases; es el mismo aliento de Dios que nos enseña a vivir conforme a Su voluntad. Por medio de ella, el creyente puede mantenerse firme aun en medio de la prueba, porque sabe que cada promesa que proviene del Señor es fiel y verdadera. En los momentos de dolor o persecución, cuando todo parece oscuro, la Palabra se convierte en una lámpara que alumbra nuestro camino y nos recuerda que no estamos solos.

“Tus testimonios son reales, y es por eso que aunque me persigan no me apartaré de Tus caminos.” Estas son las palabras de un corazón que ha sido transformado por la verdad de Dios. El salmista, en medio de sus dificultades, no se dejó vencer por el miedo ni por la presión del enemigo. Él sabía en quién había confiado. Su esperanza estaba puesta en los testimonios del Señor, que son inmutables y eternos. El hombre de Dios que conoce las Escrituras y las guarda en su corazón puede resistir cualquier tormenta, porque su fundamento no está en los hombres, sino en la roca firme de la Palabra divina. El que permanece en la Palabra, permanece en Dios.

Para perseverar ante las luchas y persecuciones, debemos tener fe y creer fielmente en los testimonios del Señor. La fe no se mide en tiempos de calma, sino en medio de la adversidad. Así como el salmista enfrentó enemigos y pruebas constantes, nosotros también somos llamados a mantenernos firmes, confiando en que Dios no permitirá que seamos vencidos. Cuando creemos en Su Palabra y la guardamos como un tesoro, encontramos fortaleza para seguir adelante, incluso cuando todo parece en contra. La fe es la llave que nos sostiene cuando el mundo se derrumba, y los testimonios de Dios son el ancla que mantiene nuestra alma segura.

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Muchos son mis perseguidores y mis enemigos,
Mas de tus testimonios no me he apartado.

Salmos 119:157

Este versículo refleja la determinación de un corazón fiel. A pesar de estar rodeado de peligros, el salmista declara su compromiso de no apartarse de la Palabra. En nuestros tiempos, también enfrentamos distintas formas de persecución: burlas, rechazo, oposición y pruebas que buscan debilitar nuestra fe. Sin embargo, la respuesta debe ser la misma: permanecer firmes. Los testimonios del Señor no cambian con las circunstancias; siguen siendo nuestra guía y fortaleza. El que ama la Palabra nunca será avergonzado, porque Dios mismo lo sostiene.

Es evidente que cada creyente pasa por pruebas constantes, pero ellas son una oportunidad para demostrar nuestra confianza en Dios. Las dificultades no son señales de abandono, sino instrumentos de fortalecimiento. Cuando atravesamos valles oscuros, la Palabra de Dios se convierte en un faro que ilumina nuestra senda. Ella nos recuerda que las promesas del Señor no fallan y que Su gracia es suficiente para sostenernos. Así como el salmista fue perseguido, nosotros también enfrentaremos resistencia por causa del evangelio, pero la victoria está asegurada si permanecemos en Su verdad.

Por más persecuciones que podamos tener, actuemos de acuerdo a la ley del Señor. Él es nuestro refugio, nuestro escudo y nuestra fortaleza. Nada fuera de Su Palabra puede darnos la estabilidad que necesitamos. En ella encontramos dirección, consuelo y poder para resistir. No dejemos que las luchas nos aparten de Su testimonio ni de Su grande ley. Cada promesa que leemos debe fortalecernos para continuar el camino de la fe con determinación y esperanza. La Palabra de Dios es nuestra defensa ante toda adversidad.

Amado lector, nunca subestimes el poder de las Escrituras. En los tiempos difíciles, aferra tu corazón a ellas. Recuerda que el enemigo puede perseguir tu cuerpo, pero no puede destruir tu fe si está cimentada en la verdad del Señor. Guarda Su Palabra como el tesoro más valioso, medita en ella de día y de noche, y hallarás paz en medio de cualquier tormenta. Dios honra a los que se mantienen firmes en Su testimonio. Que, como el salmista, podamos decir cada día: “Muchos son mis perseguidores y mis enemigos, mas de tus testimonios no me he apartado.” Esa es la verdadera victoria: permanecer fieles hasta el fin.

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