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Que Dios te bendiga y veas el bien todos los días de tu vida

Bendígate Jehová desde Sion, Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,

El Salmo 128 es uno de los más hermosos cánticos de sabiduría y esperanza que encontramos en la Palabra de Dios. En sus pocas líneas, encierra una verdad profunda: las bendiciones de Dios reposan sobre aquellos que le temen, le aman y caminan conforme a Su Palabra. Temor de Dios no significa miedo, sino reverencia, respeto y obediencia. Quien teme al Señor reconoce Su soberanía y se esfuerza por vivir de acuerdo con Sus mandamientos. A ese hombre o mujer, Dios promete prosperidad, gozo y paz. No se trata de una promesa meramente material, sino de una vida plena, llena de sentido y propósito bajo la bendición divina.

El salmista inicia diciendo: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos.” Esta afirmación resume una de las mayores verdades del Reino de Dios: la felicidad genuina no proviene de las riquezas, del poder ni de los logros personales, sino de vivir en comunión con el Creador. Aquellos que andan en Sus caminos disfrutan de una alegría que el mundo no puede ofrecer, una paz que sobrepasa todo entendimiento. El temor del Señor produce obediencia, y la obediencia trae bendición. Así lo ha establecido Dios desde el principio.

Al leer el capítulo completo, notamos que el salmista menciona las recompensas que acompañan a quienes temen al Señor. Habla del fruto del trabajo, de la prosperidad en el hogar, de la alegría familiar y del bienestar comunitario. Cada palabra está llena de promesas que alcanzan tanto la vida personal como la colectiva. Por eso, dice el texto: “Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien.” Dios no se complace en ver a Sus hijos en escasez o aflicción; al contrario, Su deseo es bendecir a quienes viven bajo Su temor y justicia. Las cosas buenas siguen a los rectos de corazón.

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La bendición del Señor no se limita a lo económico o a lo material. Va mucho más allá. Incluye la paz interior, la armonía familiar, la protección divina y la satisfacción de saber que se está caminando por el sendero correcto. Es una bendición integral que abarca todas las áreas de la vida. Por eso el salmista, inspirado por el Espíritu, declara:

Bendígate Jehová desde Sion,
Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,

Salmos 128:5

Este versículo es un resumen perfecto de lo que representa el Salmo 128. Sion, el monte de la presencia de Dios, simboliza la fuente de toda bendición. Quien teme al Señor recibe bendición desde Su misma presencia. No se trata de una felicidad pasajera, sino de una alegría permanente que fluye desde el corazón de Dios hacia aquellos que le aman. Además, el salmo extiende la bendición hacia las generaciones siguientes: “Y veas a los hijos de tus hijos.” Es decir, una vida larga, plena y fructífera, coronada con la dicha de ver crecer a la familia bajo el amparo de Dios. El temor de Dios deja herencia de bendición.

Cuán hermoso es pensar que cada paso en obediencia abre la puerta a nuevas manifestaciones del favor de Dios. El bien y la misericordia no son casualidades, sino consecuencias naturales de una vida dirigida por el Señor. Así como las sombras siguen al cuerpo, las bendiciones siguen al justo. Cuando caminamos en rectitud, no necesitamos perseguir las bendiciones; ellas nos alcanzan, porque el mismo Dios se encarga de derramarlas sobre nosotros. El que teme al Señor nunca queda defraudado.

Amado lector, si anhelas disfrutar de la verdadera prosperidad, del gozo y de la paz que solo Dios puede dar, teme al Señor y guarda Sus mandamientos. No te apartes ni a derecha ni a izquierda de Su Palabra. Camina en fe, trabaja con diligencia y confía en que Dios cumplirá Su promesa. Él bendecirá tu hogar, tu trabajo, tus hijos y aún tus generaciones venideras. Todo aquel que teme al Señor tiene la garantía de Su protección y de Su provisión. No es una vida sin dificultades, pero sí una vida acompañada por la fidelidad divina.

Por eso, cada vez que leas el Salmo 128, recuerda que el temor del Señor no es una carga, sino un privilegio. Es la llave que abre las puertas de la bendición. Que la misericordia y el bien te sigan todos los días de tu vida, y que puedas ver el bien de Jerusalén, es decir, la plenitud del Reino de Dios en tu vida. Teme al Señor, obedécele y confía en Él, y Su bendición reposará sobre ti y sobre tu familia por siempre. Amén.

Los pecadores serán raídos de la tierra en aquel día terrible
Venid, adoremos y postrémonos
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