El malo, aquel de mente perversa y corazón endurecido, no puede estar cerca del Señor, porque su interior está lleno de oscuridad y sus pensamientos están corrompidos por el pecado. El mal no puede convivir con la santidad, así como las tinieblas no pueden permanecer donde brilla la luz. El Dios Todopoderoso es santo, justo y perfecto; por tanto, todo aquel que ama la maldad y se complace en ella se aleja de Su presencia. Las obras del impío lo separan de Dios, porque mientras el justo busca agradar al Señor, el malo se deleita en lo que desagrada a Su Creador.
La Escritura nos enseña claramente que Dios no es un Dios que se complace en hacer cosas malas. Su naturaleza es completamente pura, y por eso aborrece el pecado. Sin embargo, en Su infinita misericordia, Él no desea la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. El Señor llama a los hombres a dejar los malos pensamientos y apartarse de sus caminos de injusticia. En Isaías 55:7 leemos: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia.” Este es el deseo del corazón de Dios: que los hombres abandonen la maldad y encuentren en Él la verdadera vida.
El salmista David, en su oración, declara esta gran verdad en el Salmo 5:4: “Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti.” Estas palabras revelan la justicia divina que gobierna todas las cosas. Dios es amor, pero también es justo. Su santidad no permite que el pecado permanezca en Su presencia. David comprendió que solo los limpios de corazón pueden habitar cerca del Señor, y por eso pidió continuamente protección, dirección y misericordia. Él sabía que su fuerza no provenía de sí mismo, sino del Dios que lo guardaba en medio de la persecución y del peligro.
Amado hermano y amigo que lees estas palabras, si en tu corazón hay placer por la maldad, detente y reflexiona. Dios te ama, pero aborrece el pecado. Él todo lo ve, y te pagará conforme a tus obras. No te engañes pensando que puedes ocultarte de Su presencia. La Biblia dice claramente que los malos no habitarán con Él por la eternidad. Pero todavía hay esperanza: el Señor extiende Su mano de misericordia para que te arrepientas. Deja tus malos caminos, busca el perdón de Dios y permite que Su gracia transforme tu vida. Si no quieres ser consumido como estopa en el día ardiente de Su ira, acércate hoy a Cristo, y Él te dará vida nueva. Arrepiéntete, y vivirás bajo la luz de Su justicia y Su amor eterno.