¿Dónde está depositada tu confianza? Esta es una pregunta que define la dirección de nuestra vida espiritual. Muchos colocan su seguridad en lo terrenal: en un empleo, en su posición económica, en su salud o en personas de influencia. Aquel que tiene un buen empleo deposita su confianza en ese trabajo porque le provee sustento, estabilidad y beneficios. Otros la ponen en líderes políticos que prometen soluciones, pero rara vez cumplen. Así, el corazón del hombre termina dependiendo de lo incierto, de lo efímero, de aquello que puede desaparecer en un instante. La confianza mal puesta se convierte en frustración, porque ninguna seguridad humana puede igualar la fidelidad de Dios.
Puede que lo mencionado anteriormente no sea malo en sí mismo; trabajar, planificar y cuidar de los recursos son cosas necesarias. Sin embargo, cuando el corazón se apoya más en las cosas materiales que en el Señor, el resultado siempre será la decepción. Un empleo puede perderse sin aviso, una economía puede colapsar, una promesa humana puede romperse. Pero la confianza en Dios permanece firme. Él no cambia, no falla y no miente. La Palabra enseña: “Maldito el hombre que confía en el hombre, y bendito el que confía en Jehová” (Jeremías 17:5-7). Esta verdad sigue siendo vigente hoy. Cuando todo a nuestro alrededor se tambalea, la roca eterna de nuestra fe debe seguir siendo Cristo Jesús.
El Salmo 40:4 declara: “Bienaventurado el hombre que pone en Jehová su confianza, y no se vuelve a los soberbios ni a los que se desvían tras la mentira.” En este versículo, el salmista David reconoce que la verdadera felicidad y seguridad vienen de depender completamente del Señor. Él mismo había experimentado la traición, el peligro y la escasez, pero su confianza permaneció puesta en Dios. En los momentos de angustia, David no se refugió en su fuerza ni en su posición, sino en la fidelidad divina. La bienaventuranza de la que habla no es una emoción pasajera, sino una profunda paz que proviene de saber que Dios tiene el control.
Amados hermanos, hoy el Señor te llama a depositar toda tu confianza en Él. Tal vez estás enfrentando situaciones que escapan de tu control: una enfermedad, una pérdida, una traición o una preocupación constante. No busques apoyo en lo que puede caer, apóyate en el Dios que nunca cambia. Encomienda tus problemas al Señor, y Él te dará la salida. Así como David fue librado de su angustia y colocado sobre roca firme, también tú verás la mano de Dios obrar. Solo deposita en Él tu confianza y verás cómo la gloria del Señor se manifestará en tu vida de maneras que jamás imaginaste. Bienaventurado eres si eliges confiar en el Dios todopoderoso.