Al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, ES PECADO

Dios nos dejó Su Santa Palabra como guía perfecta para nuestro caminar diario. En ella encontramos los principios eternos que nos muestran el camino de la justicia y de la verdad. Sus mandamientos no fueron dados para limitarnos, sino para librarnos del mal. El Señor desea que andemos en integridad, haciendo lo que es bueno delante de Sus ojos. Sin embargo, cuando desobedecemos lo que ya sabemos, cuando ignoramos lo que Su Palabra enseña, inevitablemente caminarás en pecado y te alejarás de la comunión con Él.

Desde el principio, el propósito de Dios fue que el ser humano viviera conforme a Su voluntad. Adán y Eva recibieron un mandato sencillo, pero eligieron hacer lo contrario, y ese fue el inicio del pecado. Hoy, cada vez que decidimos no obedecer lo que sabemos que es correcto, repetimos el mismo error. La obediencia no es opcional para el creyente, es la evidencia de un corazón transformado por Dios. Quien ama al Señor se deleita en cumplir Su Palabra, mientras que quien la ignora termina atrapado en su propio camino de error.

El apóstol Santiago, en su carta, nos confronta con una verdad poderosa: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Estas palabras muestran que no basta con conocer la voluntad de Dios, es necesario practicarla. No hacerlo, aunque sepamos lo correcto, es tan grave como cometer un pecado abiertamente. Muchos creyentes piensan que el pecado solo consiste en hacer cosas malas, pero la Biblia enseña que también pecamos cuando dejamos de hacer el bien que está a nuestro alcance. La omisión del bien es tan peligrosa como la comisión del mal.

Hablar de humildad, amor o misericordia es fácil, pero practicarlas día a día es el verdadero desafío. Por eso, este pasaje nos llama a una reflexión profunda: ¿estamos cumpliendo lo que sabemos que debemos hacer? Si conocemos la verdad y no la vivimos, nos convertimos en oyentes olvidadizos, no en hacedores de la Palabra. Dios desea que seamos ejemplo, no solo en palabras, sino en hechos. Caminemos rectos, obedezcamos con gozo, y busquemos siempre hacer el bien. Así evitaremos caer en el pecado de saber lo bueno y no hacerlo, y nuestro caminar será firme y bendito delante del Señor.

Al codicioso lo consume la envidia
Dios destruirá a los que hablan mentira

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