Escucha mi oración, oh Dios de Jacob

Cuando hacemos una oración para ser cuidados por nuestro Dios, de nuestros opresores, de aquellos que pelean contra nosotros, somos ayudados por Dios.

Cada día enfrentamos diferentes desafíos, momentos difíciles y circunstancias que no entendemos, y es allí donde más necesitamos acudir al Señor en oración. La oración es ese puente invisible que une nuestra alma con el cielo, es el medio por el cual expresamos nuestras angustias, pero también nuestra fe y esperanza en que Dios nos escucha y obra a favor de Su pueblo. En tiempos de debilidad, la oración nos fortalece; en tiempos de incertidumbre, nos da claridad; y en tiempos de dolor, nos consuela.

La oración es la base más importante en nuestras vidas, esta es la herramienta para poder conectar con el Padre celestial:

Debemos creer que aquel Dios que pudo respaldar a Jacob, pues también pudo acompañar a Su pueblo, fue fiel en cada una de las palabras que dijo, y nos acompañará a nosotros en este Camino.

La historia de Jacob es una muestra de cómo Dios escucha a los que oran con fe. Jacob fue perseguido, engañado y probado, pero nunca fue abandonado. En todo momento, la mano de Dios estuvo sobre él, guiando sus pasos y cumpliendo Su promesa. Así también, cuando nosotros oramos, no lo hacemos en vano: lo hacemos al mismo Dios que respondió a Abraham, a Moisés, a David y a los profetas. Ese mismo Dios sigue siendo el mismo hoy, poderoso y fiel.

Por eso, la oración no debe ser vista como un simple acto religioso, sino como una relación viva con el Creador. Cada palabra que sale de nuestros labios es escuchada por Él, y aunque a veces pensemos que el cielo guarda silencio, debemos confiar en que Dios obra en los tiempos que Él determina. Su respuesta puede venir en forma de paz, de consuelo o de una solución inesperada, pero siempre llega de la manera perfecta.

Debemos dar gracias que hoy día podemos creer y confiar en el Señor, pues cuando oramos podemos ver Su respaldo hacia nosotros, es por eso que debemos hacer nuestras oraciones a nuestro Dios y agradecerle por siempre estar con nosotros.

No hay duda de que la oración cambia las cosas, pero más aún, cambia nuestros corazones. A través de ella aprendemos a depender más de Dios y menos de nosotros mismos. Él es quien pelea nuestras batallas, quien abre caminos donde no los hay, quien nos da fuerzas cuando sentimos desfallecer. Por eso, nunca dejemos de orar, aun cuando no veamos resultados inmediatos, porque cada oración sincera sube al cielo y tiene un impacto eterno.

Conclusión: La oración es el arma del creyente, la voz del alma que clama a su Creador. Si deseamos ver la mano de Dios obrando en nuestras vidas, debemos mantenernos firmes en la fe y constantes en la oración. Recordemos siempre lo que dice Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Que cada día nuestras palabras sean un reflejo de gratitud, confianza y amor hacia Aquel que nunca deja de escucharnos.

Así debemos actuar en medio de esta generación maligna y perversa
Mujer se implanta chip en la mano y se vuelve viral

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *