La oración es lo que nos ayuda a poder resistir a nuestro enemigo, además de que es un medio de comunicación con nuestro Dios que nos sostiene en las pruebas.
Es orando que podemos derribar muros, es orando es que podemos pedirle a Dios que nos dé fuerzas para continuar adelante, porque todo aquel que ora al Padre pidiendo, lo recibirá según Su voluntad divina.
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
Marcos 11:24
Este versículo es parte de la respuesta de Jesús a sus discípulos cuando la higuera se secó luego de que Jesús la maldijera. Se trata de una enseñanza de que cuando pedimos al Padre, Él nos responde, y por eso es que Jesús les dice que lo que pidieran orando, creyeran que lo iban a recibir y entonces lo recibirían.
Recordemos que los discípulos tenían que ver las manifestaciones que Jesús hacía delante de ellos, y tenían un largo camino por recorrer y un gran reto, pues Jesús iba a ser quitado de ellos y los discípulos eran los encargados de continuar con la gran obra del Señor. Es por eso que ellos debían tener bien claro que la oración era de vital importancia para ellos.
Cuando pidas al Señor hazlo orando con toda confianza, creyendo que lo recibirás y así será, pero recordemos que debemos esperar Su voluntad. Dios te bendiga.
La oración es mucho más que una simple costumbre religiosa o una rutina diaria; es la conexión directa que tenemos con nuestro Creador. A través de ella, el ser humano abre su corazón para hablar con el Dios Todopoderoso, expresando sus alegrías, sus temores, sus peticiones y su gratitud. La oración no cambia a Dios, pero sí cambia nuestros corazones y nos acerca más a Su perfecta voluntad. En los momentos difíciles, cuando sentimos que no hay salida, la oración es ese puente que nos sostiene sobre las aguas turbulentas de la vida.
Muchas veces pensamos que orar es solo hablar, pero también es escuchar. En la quietud del alma, el Espíritu Santo nos guía, nos consuela y nos muestra el camino. Cuando oramos con sinceridad, Dios responde, aunque no siempre de la manera que esperamos. Él conoce lo que realmente necesitamos y responde en Su tiempo perfecto. La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que vieron milagros a causa de su fe y oración. Recordemos a Daniel, quien oraba tres veces al día a pesar de la amenaza de ser lanzado al foso de los leones, y fue precisamente su vida de oración la que le mantuvo firme y lo libró del peligro.
También podemos ver a Ana, quien lloró y clamó al Señor pidiendo un hijo. Su oración fue escuchada y dio a luz a Samuel, un profeta fiel. Estos relatos bíblicos nos muestran que la oración sincera tiene poder, que no hay muro tan alto ni problema tan grande que no pueda ser derribado por un corazón que ora con fe. Jesús mismo nos dio el ejemplo perfecto: antes de cada decisión importante, se apartaba a orar. En Getsemaní, cuando sabía que la cruz se acercaba, elevó Su oración al Padre con profunda angustia, pero con total sumisión: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Esa debe ser también nuestra actitud cuando oramos: pedir con fe, pero aceptar con humildad lo que Dios decida. La verdadera oración no busca manipular la voluntad de Dios, sino alinearnos con ella. Cuando entendemos eso, comenzamos a experimentar una paz que el mundo no puede dar. No importa si estás atravesando una enfermedad, una crisis familiar o un tiempo de escasez, la oración abre las puertas del cielo y trae consuelo al alma.
Así que no te canses de orar. Aunque sientas que Dios guarda silencio, Él siempre escucha. La oración no solo cambia circunstancias, cambia corazones, fortalece la fe y renueva la esperanza. Como dice Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias; y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Querido lector, haz de la oración tu refugio, tu arma y tu fuente de fortaleza. No importa cuán grande sea la prueba, ora y confía, porque Dios nunca desoye un corazón sincero. Él tiene el poder de obrar lo imposible. Ora con fe, persevera en la esperanza y verás la mano de Dios moviéndose en tu favor. Que cada día puedas acercarte más a Él en oración, porque en esa comunión se encuentra la verdadera victoria espiritual.

