No tengo yo mayor gozo que este

En la tercera carta del apóstol Juan, dirigida a Gayo, el apóstol desea bendiciones y salud, se sentía gozoso porque sabía que aquellos que estaban lejos de él estaban caminando bajo el mandato del Señor.

Para Juan era una enorme bendición saber que sus hijos en la fe continuaban en el Camino correcto. En los primeros versículos del único capítulo de esta tercera carta de Juan se notaba el gran gozo de este hombre de Dios, además del elogio por la hospitalidad y el servicio de Gayo, es por eso que Juan dice:

No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.

3 Juan 1:4

Juan deseaba que le fuera bien a este hombre, y que en su camino fuera próspero y de mucha salud. Hermanos en Cristo Jesus, estemos gozosos así en los caminos de Dios y esperemos en Sus promesas, caminemos bajo Su voluntad y estemos gozosos de aquellos que llevan la verdad y deseémosles salud y prosperidad.

El apóstol Juan era un hombre con un corazón pastoral. En esta breve carta se puede percibir el amor genuino de un siervo de Dios hacia aquellos que sirven fielmente. Él no solo se interesaba por la vida espiritual de los creyentes, sino también por su bienestar físico. Esto nos recuerda que el evangelio de Cristo abarca todas las áreas de nuestra vida: el alma, el cuerpo y el espíritu. Juan entendía que la fe no debía separarse del amor práctico, y por eso felicitaba a Gayo por su hospitalidad y generosidad hacia los hermanos que viajaban predicando la Palabra.

Hoy en día podemos aprender de ese ejemplo. A veces pensamos que servir al Señor solo se trata de orar o leer la Biblia, pero también implica abrir nuestras manos y corazones para ayudar a los demás. Cuando somos generosos, cuando extendemos una palabra de aliento, o apoyamos a quienes están llevando el mensaje de salvación, estamos demostrando que realmente caminamos en la verdad. Así como Gayo fue elogiado por su fidelidad, también nosotros debemos procurar ser instrumentos de bendición para otros.

El mensaje de este pasaje también nos invita a reflexionar sobre nuestra influencia en otros. Juan se alegraba al ver que sus “hijos espirituales” permanecían firmes, porque sabía que su trabajo no había sido en vano. Cada creyente tiene personas que observan su testimonio, y es hermoso cuando esas personas pueden decir: “He visto a alguien que anda en la verdad”. El gozo del apóstol es el mismo que siente todo aquel que ha sembrado la Palabra de Dios y ve frutos de fe y perseverancia en los demás.

Por eso, no dejemos de compartir el evangelio. Aunque a veces parezca que nadie escucha o que los esfuerzos son pequeños, la Palabra de Dios siempre produce fruto. Quizás, como Juan, un día recibirás noticias de alguien que conoció al Señor gracias a una palabra tuya, y eso llenará tu corazón de inmenso gozo.

Pidamos al Señor que nos conceda la misma actitud que tuvo el apóstol: una fe sincera, un corazón dispuesto a servir y un amor genuino por la verdad. Que aprendamos a alegrarnos no por las cosas materiales, sino porque nuestros hermanos en Cristo permanecen firmes. Recordemos que no hay mayor gozo que saber que los que amamos andan en la verdad y que Dios los guarda en salud, prosperidad y fidelidad.

Así como Juan bendijo a Gayo, también podemos desear que Dios prospere a nuestros hermanos en todo. Que la paz, la salud y la bendición del Señor sean sobre todos los que caminan fielmente. Vivamos gozosos y agradecidos, sabiendo que cada día es una oportunidad para servir y reflejar la luz de Cristo en el mundo.

Así es el consuelo de Dios
No depende de nosotros sino de Dios

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