Esto debes hacer con la ansiedad

Todos los que pertenecemos al Señor debemos caminar en esta vida con prudencia, humildad y dependencia total de Él. No hay carga más pesada que la ansiedad, y no hay descanso más verdadero que el de ponerla en las manos de Dios. Cada día trae sus propios retos, y muchas veces nos encontramos abrumados por las preocupaciones del futuro, por las decisiones que debemos tomar o por las circunstancias que escapan a nuestro control. Pero como hijos de Dios, tenemos un refugio seguro: podemos depositar toda ansiedad en Aquel que tiene cuidado de nosotros.

En su primera carta, el apóstol Pedro exhorta a los creyentes —especialmente a los jóvenes— a vivir con humildad y sujeción, tanto hacia los líderes espirituales como entre ellos mismos. Luego, introduce una enseñanza poderosa sobre la confianza y el descanso en Dios, recordándonos que no fuimos creados para cargar solos nuestras preocupaciones, sino para rendirlas delante del Señor:

echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

1 Pedro 5:7

El versículo anterior nos da la clave para comprender este mandato: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1 Pedro 5:6). La humildad y la confianza están profundamente ligadas. Quien se humilla delante de Dios reconoce su fragilidad y su necesidad de depender del Creador. Por eso Pedro une ambos conceptos: primero la humildad, luego la entrega de la ansiedad. No se puede descansar en Dios sin antes rendir el orgullo que quiere tener el control.

La ansiedad muchas veces nace del deseo de controlar lo que solo Dios puede manejar. Queremos tener respuestas, resultados y seguridad inmediata, pero el Señor nos llama a caminar por fe. Él no nos promete una vida libre de problemas, pero sí una vida libre del peso que los problemas producen cuando confiamos en Su cuidado. “Él tiene cuidado de vosotros” —esta frase debe grabarse en nuestro corazón. No es una metáfora ni una esperanza vacía, es una declaración divina: el Dios que hizo los cielos también vela por tu vida, tu familia y tu futuro.

Es importante recordar que la ansiedad no solo afecta el ánimo, sino también la espiritualidad. Una mente llena de preocupaciones tiene dificultad para orar, alabar y confiar. Por eso el llamado es claro: echa tus ansiedades sobre Él. No las guardes, no las disimules, no las reprimas. Llévalas delante del Señor en oración sincera, con lágrimas si es necesario, pero con fe de que Él te escucha. Cada carga entregada al Padre celestial es un paso más hacia la libertad interior.

Además, Pedro nos recuerda que la humildad es esencial para mantenernos en el camino correcto. Dios no se complace en los altivos que confían en sus propias fuerzas, sino en los humildes que reconocen su dependencia de Él. “Al altivo mira de lejos, pero al humilde le da gracia” (Salmos 138:6). Por tanto, si queremos vencer la ansiedad, el primer paso es acercarnos a Dios con un corazón humilde y rendido, sabiendo que solo Su gracia puede darnos descanso verdadero.

Querido hermano o hermana, quizás hoy estás cargando con preocupaciones que te han robado el sueño o la paz. Pero el Señor te invita a dejar todo eso a Sus pies. No tienes que soportarlo solo. Cristo te llama a depositar tu ansiedad sobre Él, porque Él te ama y cuida de ti más de lo que imaginas. Entrégale tus cargas, confía en Su cuidado, y permite que Su paz —esa que sobrepasa todo entendimiento— guarde tu corazón y tus pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:7).

Así que, amados en Cristo, vistámonos de humildad y perseveremos firmes en la fe. Cada día, echemos nuestras ansiedades sobre el Señor, sabiendo que Él tiene cuidado de nosotros. Que la paz de Dios reine en tu corazón y que la ansiedad no tenga lugar donde habita la confianza. Amén.

Conducta de una mujer de Dios
Esta es la confianza que tenemos en Él

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