Una mujer virtuosa es una mujer es honrada por su buena actitud delante de los demás, una mujer que respeta y es respetada, sabia, inteligente, que todo lo que toca lo hace prosperar, por eso es una mujer que sobrepasa a las demás.
La mujer virtuosa es valorada delante de las demás, pues también la toman como una mujer ejemplar y que sabe tener capacidad de poder controlar cual situación que se presente.
Mujer virtuosa, amable, respetable, ¿quién la hallará? Es por eso que esta es valorada, pues, aunque todas las demás mujeres sean buenas y honradas, ésta destaca sobre todas las otras porque su virtuosidad está a otro nivel.
En estos tiempos tan difíciles, donde se enseña a las mujeres a estar interesadas solo en el dinero que un hombre le pueda dar, es bueno enseñar de la importancia real de la mujer y su rol en el hogar.
La mujer es la ayuda del hombre, ella es quien lo ayuda a construir y sostener su familia, y es bueno que la mujer esté motivada a realizar esta tarea de manera magistral:
Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.Proverbios 31:29
Como vimos en el versículo anterior, una mujer virtuosa es aquella que no solo hace el bien, sino que lo hace de una manera que destaca entre las demás.
La mujer que es virtuosa se destaca por su forma de pensar y de actuar, de la gran ayuda que es para el hombre, de las buenas ideas y enseñanza que implanta en su familia.
¿Eres una mujer esforzada y que atiende a su familia, que le busca el sustento a sus hijos y se preocupa cuando están enfermos?. Esta es una mujer virtuosa, la cual trabaja voluntariamente para ayudar en todo lo que tiene que ver con el hogar. ¿Quién la hallará?
El libro de Proverbios nos ofrece una descripción muy detallada de las cualidades de la mujer virtuosa. Ella no solo se preocupa por el bienestar material de los suyos, sino que también siembra en ellos principios espirituales, valores morales y una fe inquebrantable en Dios. La mujer virtuosa es sabia, pues entiende que la belleza exterior es pasajera, pero el temor al Señor permanece para siempre. Esta enseñanza es vital en un mundo donde se exalta más la apariencia que el carácter.
Una mujer con virtudes no se mide por la ropa que viste, ni por los bienes materiales que posee, sino por su capacidad de amar, de ser paciente y de guiar a los suyos con mansedumbre. Ella inspira a su familia con sus palabras y con su ejemplo. Donde otros ven problemas, ella encuentra soluciones; donde otros desmayan, ella se esfuerza y se mantiene firme. Estas cualidades son las que hacen que se levante como columna en su hogar y como ejemplo en la sociedad.
En la actualidad, la figura de la mujer virtuosa es más necesaria que nunca. Vivimos en una época donde las distracciones son muchas y los valores parecen perderse cada día. Una mujer que mantiene su fe, que educa a sus hijos con rectitud y que es compañera leal de su esposo, se convierte en una luz en medio de la oscuridad. Su influencia trasciende las paredes de su casa y llega a impactar comunidades enteras, pues donde hay una mujer virtuosa, también hay un hogar fortalecido.
Asimismo, la mujer virtuosa entiende la importancia de la oración y de la búsqueda constante de Dios. Ella no confía únicamente en sus fuerzas, sino que deposita su vida en las manos del Señor, sabiendo que con Él puede afrontar cualquier adversidad. De esta manera, se convierte en un ejemplo vivo de fe, de esperanza y de amor.
El proverbista concluye reconociendo que “la mujer que teme a Jehová, esa será alabada”. No se trata únicamente de cumplir con responsabilidades diarias, sino de hacerlo bajo la guía divina. Ese temor reverente a Dios es lo que le da sentido a su vida y lo que la eleva por encima de las demás. De allí que la mujer virtuosa es más preciosa que las piedras preciosas, porque su valor no se mide en lo terrenal, sino en lo eterno.
Querido lector, si conoces a una mujer virtuosa en tu familia, valórela, respétela y agradécele por todo lo que hace. Y si eres mujer, recuerda que el mayor honor no está en ser reconocida por el mundo, sino en ser hallada fiel delante de Dios y tu familia. Esa es la verdadera virtud que trasciende y permanece para siempre.