Icono del sitio Restablecidos

El Señor es mi ayuda

Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes

Los procesos y aflicciones son parte de lo que muchas veces debemos pasar en este mundo de aflicción, pues, si en este mundo todo fuese fácil, ¿para qué esperar en una herencia celestial? Pero, en medio de estas aflicciones tenemos a un Dios que nos da una paz que sobrepasa todo entendimiento.

Querido lector, independientemente de cuál sea la dificultad en la que nos encontremos, podemos decir a todo pulmón que el Señor Dios es nuestra ayuda, nuestro socorro en la tribulación, nuestro refugio en la tormenta y nuestra esperanza cuando ya no tenemos fuerzas. David reconoció bien esto al decir:

Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.

Salmos 40:17

Cuando analizamos estas palabras, entendemos que el salmista no ignoraba sus luchas, sino que reconocía que había alguien mucho más grande que él que velaba por su vida. Y eso mismo es lo que hoy debe alentar nuestro corazón: saber que Dios no nos abandona en los momentos difíciles, sino que está presente para fortalecernos.

Los procesos no siempre son fáciles de asimilar. A veces implican lágrimas, noches de desvelo y preguntas sin respuesta. Sin embargo, todo esto nos conduce a una dependencia más profunda de Dios. Si todo fuera sencillo, si no tuviéramos batallas que enfrentar, ¿cómo aprenderíamos a confiar plenamente en el Señor? Los problemas nos recuerdan que nuestra fe debe estar cimentada en Aquel que nunca falla.

En la Biblia encontramos a muchos hombres y mujeres de Dios que pasaron por momentos de gran prueba. Job, por ejemplo, perdió todo lo que tenía, pero nunca dejó de confiar en el Señor. José fue vendido por sus hermanos y encarcelado injustamente, pero en todo momento se mantuvo fiel. Estos relatos nos muestran que las aflicciones no son un castigo, sino parte del proceso mediante el cual Dios pule nuestro carácter y nos prepara para mayores victorias.

También es importante destacar que cada proceso trae consigo una enseñanza. A veces la lección es paciencia, otras veces es confianza, y en ocasiones es aprender a depender de Dios para cada paso que damos. No debemos menospreciar las pruebas, porque ellas son herramientas que el Señor utiliza para formar en nosotros un corazón humilde y obediente.

El apóstol Pablo también expresó con claridad esta verdad cuando dijo que se gloriaba en sus debilidades, porque en ellas se perfeccionaba el poder de Cristo. De la misma manera, cuando nos sentimos débiles, podemos estar seguros de que Dios nos sostiene y que su gracia es suficiente para no desmayar.

Querido amigo, si hoy estás pasando por un valle de prueba, no pienses que estás solo. Dios está contigo, Él promete en Su palabra que no te dejará ni te desamparará. El mismo que sostuvo a David, a Job y a José, también te sostendrá a ti. Solo debes recordar que la prueba es temporal, pero la gloria de Dios es eterna.

En conclusión, las aflicciones y procesos que vivimos son parte de la vida cristiana, pero en medio de ellos tenemos la certeza de que Dios está a nuestro lado. No hay sufrimiento que Él no pueda transformar en fortaleza, ni dolor que Él no pueda convertir en bendición. Aférrate a Sus promesas, confía en Su poder y recuerda que al final de cada proceso hay una recompensa de paz, gozo y victoria para aquellos que permanecen firmes en la fe.

Jeremías 7: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras
Siete razones por las que debes amar a Jesús
Salir de la versión móvil