Acude pronto en mi socorro Señor

Somos hijos de un Dios que nos puede ayudar y amparar, podemos ir delante de Él con oraciones y súplicas para que acuda en nuestro auxilio.

No hay un Dios tan grande como nuestro Dios, responde cuando lo llamamos, nos ayuda. Su misericordia y perdón reposan sobre nosotros, no dudemos de nuestro Dios, ya que la misma Biblia nos muestra de la grandeza divina de Dios.

Dios ha sido el socorro de muchas personas de la antigüedad, aquellos que sirvieron al Señor con el corazón, estos eran fortalecidos, no eran desamparados, ya que el Señor siempre los ayudaba.

Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro.
Salmos 71:12

Podemos notar que, a pesar de que el tiempo iba pasando, el salmista David, ya con avanzada edad, iba sintiendo el peso de los años sobre él, pero su fe se mantenía firme delante del Señor.

En este salmo vemos a un hombre preocupado por la ayuda de Dios, vemos a David pidiendo a Dios que le ayude porque sus enemigos no se detenían, y pide al Señor acudir pronto a su socorro.

Como hijos de Dios, no podemos perder nuestra fe, debemos seguir adelante y pidiendo al Señor que nos ayude, que aunque creamos que hemos pasado años y años batallando, nuestra esperanza siga fundada en Aquel que nos rescató. ¿Eres de aquellos que piensan retroceder? Recuerda que Dios está contigo y no te desamparará.

La vida cristiana está llena de momentos en los que necesitamos levantar una súplica al cielo. A veces sentimos que nuestras fuerzas se terminan, que los problemas son demasiado grandes o que los enemigos nos rodean. Sin embargo, al igual que David, podemos levantar nuestra voz y clamar con confianza, sabiendo que Dios escucha y responde en el momento oportuno.

El testimonio de los hombres y mujeres de fe en la Biblia nos recuerda que nunca estuvieron solos. Moisés, Josué, Ester, Daniel y tantos otros vivieron situaciones imposibles, pero experimentaron la ayuda de Dios en medio de sus luchas. Ese mismo Dios es el que hoy también está dispuesto a intervenir en nuestras vidas.

Cuando oramos, no lo hacemos a un Dios lejano o indiferente. Oramos a un Padre que nos ama, que conoce nuestro corazón y que se interesa por cada detalle de nuestra vida. Aunque muchas veces la respuesta no llegue de la manera que esperamos, podemos confiar en que todo lo que Él hace es para nuestro bien.

Además, debemos aprender a esperar en el Señor. El salmista no solo pidió ayuda, también manifestó su fe en que Dios actuaría. Esta es una lección valiosa para nosotros: no basta con pedir, también debemos confiar y descansar en la promesa de que Dios nunca nos abandona.

En la actualidad, vivimos en un mundo lleno de incertidumbre: enfermedades, guerras, crisis económicas, situaciones familiares difíciles. Todos estos problemas pueden hacernos sentir como David, cansados y agobiados, clamando: “Oh Dios, no te alejes de mí”. Pero este clamor no es de desesperanza, sino de confianza en que el Señor es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Querido lector, este mensaje es también para ti: no te rindas, no retrocedas. Aunque sientas el peso de los años, de los errores o de las pruebas, recuerda que Dios es tu refugio. Aférrate a su promesa, clama en oración y ten la seguridad de que Él acudirá en tu socorro.

Así como el salmista encontró fortaleza en medio de la debilidad, tú también puedes hallar consuelo en la presencia del Señor. No importa cuán fuerte sea la tormenta, Él sigue siendo el mismo Dios que levantó a David, que acompañó a José en la cárcel y que libró a Daniel del foso de los leones.

Conclusión: La ayuda de Dios es real y siempre está disponible para quienes le buscan con fe. No caminamos solos, no estamos olvidados, porque nuestro Dios es fiel y su misericordia se renueva cada mañana. Alza tu voz, clama como lo hizo David y confía en que tu socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. En Él siempre encontrarás refugio, fortaleza y esperanza.

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