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El Salvador del mundo

Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo

Parecía aquel enviado por Dios, el cual se sacrificó en gran manera para que podamos estar más cerca del Señor, para que por medio de Su sacrificio podamos obtener el perdón de nuestros pecados.

Nuestra salvación viene de Aquel que no dudó en entregarse para ser puesto en una cruz como sacrificio por nuestros pecados, un acontecimiento nunca antes visto y que nunca más se volverá a ver.

Pero sabemos que muchos incluso de las mismo discípulos pudieron ver todo lo que allí pasó con Jesús, es por eso que por medio de las Escrituras podemos dar testimonio de este hecho que marcó al mundo en gran manera.

Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.

1 Juan 4:14

En este versículo, Juan no nos está hablando de una persona cualquiera, está hablando del Salvador del mundo, de aquel rico en poder y en misericordia, éste es servido por millones de ángeles que le rodean y le alaban todo el tiempo. Este es nuestro Señor, el cual tiene toda la autoridad.

Este sacrificio hecho por nuestro Señor, siempre tiene que vivir en nuestras memorias, es por eso que debemos dar gracias a nuestro Señor, porque Él nos amó primero a nosotros.

Así que, hermanos en Cristo, somos Sus hijos, sigamos adelante mostrando al Salvador del mundo. Amigo que lee este artículo, te recomendamos que te acerques al Salvador del mundo, Él es tu Dios.

La obra de Cristo en la cruz no fue un hecho aislado, sino el cumplimiento de una promesa anunciada desde tiempos antiguos. Profetas como Isaías ya habían hablado del Cordero de Dios que sería inmolado por los pecados del mundo. Este sacrificio no solo representa amor, sino también justicia, porque la deuda del pecado debía ser pagada, y solo Cristo, el Hijo de Dios, podía hacerlo de una vez y para siempre.

El apóstol Pablo también confirma esta verdad cuando declara que «Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3). Es decir, la cruz no fue un accidente, sino el plan perfecto de Dios para redimirnos. Cada herida, cada gota de sangre derramada tiene un significado eterno: el rescate de la humanidad.

Hoy en día, en medio de tantas distracciones y problemas, debemos recordar este acto supremo de amor. Muchas veces el afán diario, las preocupaciones y las dificultades nos hacen olvidar lo más esencial: que tenemos un Salvador que ya venció al mundo, y que en Él tenemos la victoria asegurada. No estamos luchando solos, contamos con la ayuda de Aquel que entregó su vida por nosotros.

¿Cómo podemos responder a un sacrificio tan grande? Una forma es viviendo en gratitud constante. Cada oración, cada acto de bondad, cada servicio hacia los demás puede ser una expresión de nuestro agradecimiento a Dios. Además, debemos compartir esta esperanza con quienes aún no han conocido al Salvador del mundo. Nuestra vida debe ser un reflejo del amor de Cristo, llevando luz a quienes viven en tinieblas.

Recordemos también que este sacrificio nos abre las puertas a una relación personal con Dios. Ya no hay barrera entre nosotros y el Creador, porque Cristo rompió el velo que nos separaba. Ahora podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia, sabiendo que somos amados y perdonados. No se trata de religión, sino de una relación viva y real con Jesucristo.

Querido lector, si aún no has entregado tu vida a Jesús, hoy es el mejor día para hacerlo. Él sigue siendo el Salvador del mundo, y también quiere ser tu Salvador personal. No importa tu pasado, sus brazos siguen abiertos para darte perdón, restauración y una nueva vida. Solo necesitas abrir tu corazón y recibirle con fe.

En conclusión, el sacrificio de Jesús en la cruz es el acontecimiento más grande de la historia, un hecho que transformó al mundo y que continúa impactando vidas hasta hoy. No olvidemos que este acto fue motivado por amor, un amor tan profundo que dio todo por ti y por mí. Vivamos con la certeza de que en Cristo tenemos perdón, salvación y vida eterna.

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