Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado

Cantar cánticos al Señor es lo mejor que puede hacer el ser humano, dar gracias a Dios por Su grande amor porque Él es nuestro Dios y salvador. A Ti cantaré Señor, y no estaré callado.

Canta al Señor porque Él es Dios de los ejércitos, un Dios tan grande y misericordioso. Demos grito de júbilo ante Su gran trono y poder. Con gran gozo anhelemos estar siempre en Su presencia adorando y glorificando al Dios de nuestra salvación.

Es muy importante poder dar gracias así como nos lo muestra el salmista en este salmos 30:12. El salmista dice lo siguiente a través de su cántico:

Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.
Salmos 30:12

Este es un cántico y a la vez es un acción de gracias porque había librado de la muerte al salmista David, este hombre alaba el nombre De Dios por Sus proezas, por Sus grandes hazañas antes sus ojos.

Dios había librado a este fiel hombre de las garras del león y del oso, ante Goliat, aquel gigante que tenía amenazado al ejército del pueblo de Israel. Dios fue el escudo de David en todo su tiempo.

Al igual que este hombre hemos sido librados un sinnúmero de veces por las garras del enemigo, hemos sido victoriosos por el gran poder de Dios, no guardemos silencio ante estas hazañas. Cantemos cánticos nuevos ante el Señor, Él es nuestro Señor y nos guardará por encima de todo lo que se quiera oponer.

Cantarle al Señor no solo implica abrir nuestros labios, sino también elevar nuestro corazón en gratitud y obediencia. Un cántico verdadero nace de un corazón rendido, de alguien que ha experimentado la bondad y la fidelidad de Dios en medio de sus batallas. David no cantaba solo por costumbre, sino porque cada victoria y cada rescate lo llevaban a reconocer la mano poderosa del Altísimo.

Hoy en día, cada uno de nosotros puede encontrar motivos para alabar. Puede ser la sanidad en medio de una enfermedad, la provisión en momentos de escasez, o la paz que sobrepasa todo entendimiento en medio de una tormenta. Estas razones se convierten en un cántico nuevo que no podemos guardar en silencio, pues al hacerlo proclamamos las maravillas del Señor a los demás.

La Biblia nos exhorta en múltiples ocasiones a cantar a Dios. En el Salmo 96 se nos dice: “Cantad a Jehová cántico nuevo; cantad a Jehová, toda la tierra”. Este mandato es un recordatorio de que la adoración debe ser fresca y continua, no algo apagado o rutinario. Cada día el Señor nos da nuevas razones para levantar un cántico diferente, porque Sus misericordias se renuevan cada mañana.

Cuando cantamos, no solo expresamos gratitud, también fortalecemos nuestra fe. Los cánticos nos recuerdan las promesas de Dios y nos llenan de esperanza. En la cárcel de Filipos, Pablo y Silas cantaban himnos aun en cadenas, y fue en medio de esa adoración que Dios obró un milagro. Esto nos enseña que la alabanza tiene poder para transformar atmósferas y abrir caminos donde parece que no los hay.

Querido lector, cantar al Señor también es un testimonio. Muchas veces, los que nos rodean pueden escuchar nuestras alabanzas y ser impactados por nuestra fe. Un cántico puede ser un sermón sin palabras, un mensaje que llega directo al corazón de aquellos que no conocen a Cristo. Así como David inspiró a todo un pueblo con sus himnos, tú también puedes inspirar a quienes te rodean con tus cantos de gratitud.

No olvidemos que cantar también es un anticipo de lo que viviremos en la eternidad. La Biblia describe multitudes de ángeles y redimidos cantando alrededor del trono, declarando la gloria del Cordero que fue inmolado. Cada cántico que entonamos aquí en la tierra es un ensayo de esa adoración eterna que disfrutaremos en la presencia de nuestro Dios.

Por eso, no calles tu voz, no reprimas la gratitud de tu corazón. Abre tus labios y canta al Señor con todo tu ser. Hazlo en los momentos de alegría y también en los momentos de prueba, porque tu cántico puede ser la llave para experimentar la fortaleza de Dios en tu vida. Como dijo David: “A Ti cantaré, y no estaré callado”.

En conclusión, cantar cánticos al Señor es un acto de amor, fe y gratitud que nunca debemos dejar de practicar. Sigamos el ejemplo del salmista y hagamos de nuestra vida un cántico continuo que glorifique al Creador. Él es digno de toda alabanza, y mientras tengamos aliento en nuestras vidas, que nunca falte de nuestros labios un canto al Dios de nuestra salvación.

Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios
¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!