Con frecuencia olvidamos que el verdadero auxilio no proviene de nuestras fuerzas, ni de las conexiones humanas o de las riquezas, sino que viene únicamente del Señor. Nuestras ayudas vienen solamente de Dios, es Él quien nos sustenta, nuestros cuidados y protección vienen de Su mano poderosa. Confiemos en esta ayuda que nunca falla, la cual nos favorecerá en todo tiempo y nos acompañará en cada etapa de nuestra vida.
El ser humano, en medio de sus angustias, suele buscar respaldo en lo que tiene cerca: amigos, familiares, recursos materiales, pero la Escritura nos recuerda que hay un auxilio más alto, más seguro y eterno: el de Dios. Esa confianza es la que nos da descanso y seguridad en medio de los problemas. Aun cuando todo a nuestro alrededor parezca desmoronarse, si estamos cimentados en la roca que es Cristo, podemos estar tranquilos.
Por eso, demos gracias a Dios por este cuidado tan especial que tiene para con nosotros. No basta con reconocerlo en silencio, debemos dar gracias y cantar alabanzas con un corazón sincero a nuestro Dios que vive y reina para siempre. El agradecimiento es una llave que abre puertas de bendición, y quien agradece reconoce que su ayuda proviene del cielo.
Esta es una plegaria que David estaba haciendo a Dios, y es por eso que en este salmo vemos la siguiente oración que hace pidiendo ayuda al Señor ante aquellos enemigos que querían destruirle:
He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida.
Salmos 54:4
En este salmo, la súplica de David era de gran importancia, ya que muchos hombres procuraban su vida. Recordemos que este mismo hombre fue quien derribó y mató al gigante que tenía a todo un pueblo atemorizado. Nadie creía que un joven pastor pudiera vencer a un guerrero experimentado, pero Dios le dio la victoria y salió vencedor. El triunfo de David no fue por sus fuerzas, sino porque el Señor estaba con él.
La pregunta que te hacemos es clara: Si Dios ayudó a David a derribar ese gigante, ¿crees que Dios no te ayudará con aquellos problemas que te persiguen? Claro que sí. Porque así como Dios estuvo con David en aquella batalla, también está contigo en tus luchas diarias. Dios es quien te ayuda, Dios es quien sostiene tu vida, y Él nunca llega tarde.
Todos enfrentamos gigantes en algún momento: enfermedades, problemas familiares, deudas, conflictos laborales o luchas internas que parecen imposibles de vencer. Sin embargo, la Palabra nos asegura que Dios es nuestra ayuda. No importa cuán grande sea la dificultad, Él tiene poder para darnos la victoria y mostrarnos que no estamos solos en el camino. El Señor es nuestro refugio y fortaleza, pronto auxilio en las tribulaciones.
En momentos malos, cuando el enemigo quiere impedir que avances, cuando surgen obstáculos para obedecer la Palabra de Dios y pareciera que no hay salida, recuerda que no estás solo. El Señor es tu ayuda y sostiene tu vida. Él es quien abre puertas que nadie puede cerrar y quien pelea tus batallas de manera que puedas seguir caminando en fe. Por eso, no temas, sigue hacia adelante y busca esa ayuda divina del Señor, porque Él nunca te dejará abandonado.
Amado lector, confía siempre en el Señor. Cuando los pensamientos de miedo o duda quieran derribarte, afirma en tu corazón lo que dijo David: “Dios es el que me ayuda”. Esta es una declaración de fe y de confianza absoluta en Aquel que no cambia. Hazla tuya cada día, proclámala en oración y recuerda que Dios es fiel para sostener tu vida y guardarte en todo momento.
Conclusión: El salmo que hemos estudiado nos enseña que el poder de Dios es real y que Su ayuda es segura. Él ayudó a David en medio de la persecución y también nos ayudará a nosotros en nuestros desafíos. No pongamos nuestra esperanza en los hombres, sino en el Señor. Vivamos agradecidos, confiados y seguros de que Dios es nuestra ayuda presente en cualquier circunstancia. Alaba, agradece y descansa en Él, porque jamás te fallará.