Mi refugio eres tú en el día malo

Bajo las alas del Señor estamos seguros, protegidos y cubiertos por Su inmenso amor. Cada día debemos recordar que nuestro refugio no está en las circunstancias, ni en los recursos humanos, sino en Dios mismo. En Él encontramos descanso para el alma, fortaleza para seguir adelante y esperanza en medio de la adversidad. El justo no ha sido ni será jamás desamparado, porque el Señor vela por los suyos con cuidado y fidelidad. Su protección es constante, y Su presencia es el refugio perfecto contra todo temor.

Nuestro corazón debe estar firme en esta verdad: solo en Dios está nuestro amparo. Ningún ser humano, ninguna institución ni poder terrenal puede ofrecernos la seguridad que proviene del Creador. Cuando depositamos toda nuestra confianza en Él, aprendemos a descansar incluso en medio de las pruebas. A lo largo de la historia, los hombres y mujeres de fe que confiaron en Dios fueron guardados bajo Su sombra. Él sostuvo a Noé en el diluvio, protegió a Moisés en el desierto, libró a Daniel del foso de los leones y acompañó a Pablo en la cárcel. En cada caso, Su fidelidad fue inquebrantable, demostrando que nunca abandona a los que esperan en Él.

Así también nosotros debemos afirmar con convicción que nuestro refugio proviene únicamente de nuestro Señor. En Él podemos depositar todas nuestras cargas, porque es grande en poder y misericordia. No hay situación tan difícil que escape a Su control. Dios cuida de los suyos y jamás desampara a quienes se aferran a Su Palabra. Los que caminan bajo Sus mandamientos, aunque atraviesen pruebas y aflicciones, salen fortalecidos porque el Señor los sostiene con Su diestra. Él convierte las batallas en victorias y los desiertos en lugares de encuentro con Su presencia.

El profeta Jeremías comprendió esta verdad y la expresó con profunda sinceridad en su oración. En medio de tiempos de angustia, reconoció que su única esperanza estaba en el Señor y dijo:

No me seas tú por espanto, pues mi refugio eres tú en el día malo.

Jeremías 17:17

Estas palabras son un testimonio poderoso de confianza. Jeremías vivía en tiempos difíciles, rodeado de persecución y rechazo, pero aun así su fe permanecía firme. Él no buscó refugio en los hombres, ni en la fuerza del ejército, ni en las riquezas de la tierra; su seguridad estaba únicamente en Dios. Sabía que el Señor era su escudo, su torre fuerte, su escondedero en el día malo. Así debe ser nuestra actitud: cuando todo parece desmoronarse, debemos correr a los brazos del Señor y refugiarnos en Su fidelidad.

Qué bueno es saber que, aunque los días sean oscuros y las pruebas parezcan interminables, podemos sentirnos confiados, porque nuestro refugio viene del Altísimo. En Él no hay sombra de variación, ni promesas incumplidas. Nuestro Dios sigue siendo el mismo de ayer, hoy y por los siglos. Cuando las tormentas de la vida arrecian, Su amor nos cubre; cuando la incertidumbre amenaza nuestra fe, Su palabra nos sostiene. Por eso debemos declarar con firmeza, al igual que Jeremías: “Tú eres mi refugio en el día malo.”

Hermano en Cristo, si sientes que tus fuerzas te abandonan, si la fe parece desvanecerse y el temor ha tomado lugar en tu corazón, recuerda que no estás solo. Dios sigue siendo tu refugio, tu fortaleza y tu pronto auxilio en las tribulaciones. Él no te ha olvidado; solo espera que vuelvas tu mirada hacia Él. Ofrécele tu carga, tu cansancio y tus preocupaciones, y deja que Su paz gobierne tu mente. En Su presencia encontrarás descanso y renovación para tu alma.

En los momentos de dificultad, ora con sinceridad. Dile al Señor: “Eres mi refugio, mi esperanza y mi fuerza.” Permite que Él sea el centro de tu confianza. Cuando lo haces, Su Espíritu llena tu corazón con una paz que el mundo no puede comprender. No temas el futuro ni las pruebas que aún no han llegado; confía en que Dios tiene el control de todo. Él pelea tus batallas y te sostiene con Su mano derecha victoriosa. Bajo Sus alas, ningún mal podrá tocarte sin Su permiso.

Hoy más que nunca, reafirma tu fe en el Señor. No busques seguridad en lo terrenal, porque todo lo de este mundo es pasajero. En cambio, acércate a tu refugio eterno, al Dios que nunca falla, al Pastor que guía tus pasos y al Padre que te protege con amor. Refúgiate en Él cada día, y verás cómo tu corazón se llena de confianza y tu espíritu se fortalece. Dios es tu amparo en el día malo, tu sombra en el desierto y tu roca firme en la tormenta. ¡Confía plenamente en Él, porque bajo Sus alas siempre estarás seguro!

Dios es el que me ayuda
Deseo de estar en la casa de Dios