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Tú has sido mi socorro Señor, en la sombra de tus alas me regocijaré

Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré

Nuestro refugio verdadero viene únicamente del Señor, aquel que nos sostiene en medio de la tormenta y que nunca nos abandona. En Él encontramos descanso, seguridad y paz. Buscar al Señor desde temprano, antes de que el día comience, es la mejor decisión que un creyente puede tomar. Cuando iniciamos la jornada llenando nuestro espíritu de Su presencia, todo lo demás toma su debido lugar. En esos momentos de comunión, el alma se renueva, las fuerzas se multiplican y el corazón se llena de esperanza.

Debemos aprender a depender completamente de Dios, porque fuera de Él no hay refugio ni consuelo verdadero. Alabar Su santo nombre es un privilegio, un acto de gratitud por Su fidelidad que nunca falla. Él es nuestra roca eterna, el escudo que nos protege de los ataques del enemigo y las dificultades de la vida. Cuando decidimos refugiarnos bajo Sus alas, hallamos una seguridad que nada en este mundo puede ofrecer. En medio de las pruebas, Su presencia nos rodea y nos recuerda que no caminamos solos. El Dios que sustentó a Israel en el desierto es el mismo que hoy sostiene nuestras vidas.

Por eso, hermanos, todos los santos del Señor debemos dar gracias a Dios en todo momento. Cuando la tierra parece seca y los vientos soplan con fuerza, cuando las pruebas se vuelven más duras y el camino parece incierto, Él sigue ahí, dándonos nuevas fuerzas. En la debilidad nos fortalece, en la tristeza nos consuela y en la confusión nos guía con Su luz. Cada día es una oportunidad para buscar Su rostro y experimentar el poder de Su socorro. Quien ha probado Su fidelidad puede decir con certeza: “Mi alma se aferra a ti; tu diestra me sostiene.”

El salmista David entendió esta verdad de una manera profunda. En el desierto de Judá, un lugar seco, solitario y peligroso, David levantó su voz en adoración al Señor. A pesar de las circunstancias, su corazón estaba lleno de confianza. No buscó consuelo en los hombres ni en su poder militar, sino en la presencia divina que siempre lo acompañaba. Y allí, en ese momento de soledad, expresó palabras que han trascendido los siglos:

Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré.

Salmos 63:7

Estas palabras revelan la intimidad de un hombre que conocía verdaderamente a Dios. David entendía que, aun en los lugares más áridos, el Señor seguía siendo su protector. “Porque has sido mi socorro” no era solo una frase de gratitud, sino una declaración de fe. Bajo las alas del Altísimo, el alma encuentra gozo, aun cuando el cuerpo está en el desierto. David había aprendido que su seguridad no dependía del entorno, sino de la presencia de Dios en su vida. Su refugio no era un lugar físico, sino espiritual, escondido en el amor y la fidelidad del Creador.

Esa misma promesa está disponible para nosotros hoy. No importa cuán desierto parezca el lugar en el que te encuentras, Dios sigue siendo tu socorro. Si te refugias en Él, verás cómo Su paz cubre tu mente, cómo Su gracia te levanta y cómo Su poder transforma cada situación. No permitas que las circunstancias te hagan dudar del cuidado divino. Recuerda que Dios no cambia y que Su sombra sigue siendo el lugar más seguro para el alma cansada.

Refugiarse en el Señor significa confiar plenamente en Su plan, descansar en Su voluntad y esperar con paciencia Su intervención. Es saber que cuando los recursos humanos se agotan, el poder de Dios se manifiesta. Cuando levantamos cánticos en medio de la dificultad, nuestra fe se fortalece y el enemigo es confundido. Cantar al Señor no solo es adoración, también es una expresión de confianza: al hacerlo, declaramos que nuestra esperanza está en Él y que ninguna tormenta podrá destruirnos mientras estemos bajo Su amparo.

Hermanos, aprendamos del ejemplo de David. Busquemos al Señor cada mañana, en los tiempos buenos y también en los tiempos difíciles. No esperemos a que la necesidad nos empuje a orar, sino que hagamos de la presencia de Dios nuestro primer refugio diario. Que nuestras palabras y acciones reflejen una vida rendida a Su voluntad. Y cuando los días sean duros, recordemos estas palabras: “El Señor es mi socorro; bajo la sombra de Sus alas me regocijaré.”

El Señor es nuestro refugio eterno. En Él encontramos consuelo, esperanza y fortaleza. Refúgiate hoy en Su presencia, proclama Su nombre con gratitud y deja que Su paz llene tu corazón. Cuando lo hagas, todo en ti será diferente, tu camino se iluminará y tu vida reflejará la seguridad de aquellos que habitan bajo la sombra del Altísimo. Amén.

¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!
Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro
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