Algo que deberíamos tener en cuenta, el Señor ve nuestros caminos sin son malos o buenos, Él puede contar hasta nuestros pasos, de algo no nos podemos olvidar y es que Él es nuestro Creador. Dios conoce todas las cosas.
Él es aquel que tiene el poderío y la autoridad de ver todo, las obras de todos los humanos, nadie se puedo esconder de Él, todos somos visibles delante de Él.
Podemos entender claramente que el cuidado y la misericordia de Dios están sobre todos aquellos que obedecen Su Palabra, que saben hacer buenas obras respetando la autoridad del Señor. ¿Acaso piensas tú que el Señor de los ejércitos y Creador de todo no puede ver tu caminar? Es por eso Job dijo:
¿No ve él mis caminos, Y cuenta todos mis pasos?
Job 31:4
Aquí podemos confirmar lo que hemos dicho anteriormente y Job pronuncia estas palabras por aquellos que hacen iniquidad, que viven en total desorden, y lo que quiso decir Job con estas palabras es que Dios sabe TODO de cada uno de nosotros.
Por tanto, no ignoremos que Dios ve todas las cosas. Caminemos correctamente delante de Dios, obedezcamos Su Palabra y hagamos todo bien para que podamos reinar con Él por toda la eternidad.
Este pasaje nos recuerda que, aunque los seres humanos muchas veces vivimos como si nadie nos observara, la verdad es que hay un Dios todopoderoso que contempla absolutamente todo. No solo observa nuestras acciones externas, sino también los pensamientos más profundos del corazón. Nada está oculto para Aquel que nos formó desde el vientre de nuestra madre. En ocasiones pensamos que podemos engañar a los demás, pero delante de Dios no existe disfraz ni apariencia que pueda cubrir la verdad.
El hecho de que Dios cuente todos nuestros pasos es también un recordatorio de Su cuidado y de Su interés por nosotros. No se trata solo de un Dios vigilante que juzga, sino también de un Padre amoroso que se preocupa por la senda que seguimos. Cuando transitamos por caminos de justicia, Su mirada es de complacencia; cuando andamos por sendas de maldad, Su mirada nos invita al arrepentimiento. De esta forma, cada paso que damos tiene un valor eterno, pues no caminamos en soledad, sino bajo la atenta mirada de nuestro Creador.
A lo largo de la Biblia encontramos múltiples ejemplos que confirman esta verdad. El salmista David declaró: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos” (Salmo 139:2). Estas palabras nos muestran que Dios conoce incluso lo más cotidiano de nuestra existencia. Asimismo, el profeta Jeremías señaló que los caminos del hombre están siempre delante de los ojos del Señor (Jeremías 16:17). Estas citas refuerzan el mismo mensaje: todo está desnudo y abierto ante Su mirada.
Si sabemos que Dios ve todo, nuestra vida debe reflejar esa conciencia. No podemos vivir de manera hipócrita, mostrando una cara al mundo y guardando otra en lo secreto. Recordemos que lo que está en la oscuridad será revelado a la luz. Por eso, el llamado es a vivir en integridad, a ser coherentes en lo público y en lo privado, en la iglesia y en nuestro hogar, en medio de los hermanos y también en soledad.
El temor de Dios, entendido como respeto reverente y obediencia a Su Palabra, nos guarda de caer en caminos de iniquidad. Si cada paso que damos está siendo contado, entonces no desperdiciemos la oportunidad de caminar con sabiduría. De esa manera, cada decisión diaria se convierte en una oportunidad para agradar a Dios. Un pensamiento correcto, una palabra edificante o un gesto de amor al prójimo son pasos que quedan grabados en la memoria eterna de nuestro Señor.
Querido lector, reflexionemos: si hoy Dios mirara de cerca nuestros caminos, ¿qué hallaría en ellos? ¿Un sendero de obediencia o uno de rebeldía? Recordemos que estamos de paso por este mundo y que nuestro destino final depende de cómo caminemos hoy. Al final, la recompensa eterna no será para los que aparentaron piedad, sino para los que anduvieron en la verdad.
Por eso, sigamos el consejo de la Palabra: permanezcamos firmes en el camino recto, evitando la iniquidad y practicando la justicia. Vivamos de manera que, cuando Dios cuente nuestros pasos, cada uno de ellos sea motivo de alegría y no de tristeza. Así, en el día final podremos reinar con Él y disfrutar de Su presencia por la eternidad. ¡Que el Señor nos ayude a andar siempre bajo Su luz!