El Señor nos dejó Las Escrituras para aprender de ellas, escucharlas y estudiarlas, a través de ellas aprenderemos a conocer más de nuestro Dios, de Su propósito con la humanidad y para qué fuimos llamados.
Por Su Santa Palabra podremos aprender cómo ser un buen servidor del Señor, es por eso que debemos permanecer en ellas, en esta verdad que debemos seguir al pie de la letra.
Como hijos de Dios, debemos permanecer en Su Santa Palabra, apegarnos a ella de una forma que nos pueda sostener en momentos de crisis, esas crisis que afectan nuestro día a día, somos débiles y tendemos a fallar ante Él, es por eso que si estamos firmes en Su Palabras, vendrán fuertes vientos y no nos podrán llevar.
Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.
2 Juan 4:4
En versículo anterior vemos a un Juan regocijado, por ver personas andando en la verdad, aún en tiempos donde era muy difícil ser seguidor de Cristo.
El apóstol Juan pedía a sus hermanos qué siguieran permaneciendo en la doctrina, en amor, unánimes los unos con los otros, en el amor de Cristo, ya que habían muchos engañadores tratando de desviar a las personas de la verdad.
Hermanos, al igual que aquellas personas las cuales el apóstol Juan se regocijaba porque andaban en la verdad, procuremos nosotros también caminar siempre en la verdad, afirmémonos y permanezcamos en los mandamientos del Señor.
Hoy día enfrentamos una realidad muy parecida a la de aquellos primeros cristianos. Vivimos rodeados de mensajes que intentan apartarnos de la verdad de Cristo y de la sencillez del evangelio. La sociedad nos empuja constantemente hacia el relativismo, haciéndonos pensar que no existe una verdad absoluta, que todo depende del punto de vista. Sin embargo, la Palabra de Dios nos muestra que la verdad es una sola y esa verdad está en Jesucristo. Permanecer en ella es nuestra mayor victoria.
Permanecer en la Palabra no se trata solo de leerla, sino de vivirla. La Biblia nos llama a ser hacedores de la Palabra y no solamente oidores. Esto significa que nuestra conducta, nuestras palabras y nuestras decisiones deben reflejar lo que aprendemos en las Escrituras. No basta con escuchar sermones o estudiar de vez en cuando, sino que debemos dejar que la Palabra moldee nuestra vida diaria.
El apóstol Juan nos recuerda que permanecer en la verdad también implica andar en amor. No podemos decir que seguimos a Cristo si nuestro corazón está lleno de odio, rencor o envidia. La verdad del evangelio nos lleva a amar a Dios y al prójimo, incluso a aquellos que nos han ofendido. Por eso, andar en la verdad siempre nos conducirá a la práctica del amor, porque la verdad sin amor se convierte en frialdad, y el amor sin verdad se convierte en engaño.
Una manera práctica de permanecer en la Palabra es dedicar tiempo a la lectura bíblica diaria, a la oración constante y a la comunión con nuestros hermanos en la fe. Cuando participamos de los cultos, estudios bíblicos y compartimos experiencias de fe, estamos fortaleciendo nuestras raíces espirituales. Así, cuando vengan las pruebas o los falsos mensajes, estaremos firmes en la roca que es Cristo Jesús.
Podemos reflexionar en lo que Jesús mismo declaró: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mateo 24:35). Esto nos muestra que la Palabra de Dios es eterna y confiable, que no se desgasta ni pierde valor con el paso del tiempo. Permanecer en ella es construir sobre un fundamento sólido que nunca será removido.
Querido lector, si hasta este momento has descuidado la lectura de la Biblia o has sentido que tu fe se debilita, este es un buen tiempo para volver a las Escrituras. Permite que la Palabra ilumine tu vida, que sea tu guía en cada decisión, tu consuelo en cada prueba y tu esperanza en cada dificultad. Recuerda que, aunque el mundo cambie, la Palabra de Dios permanece fiel y seguirá siendo la verdad que nos conduce a la vida eterna.
Conclusión: El apóstol Juan se regocijaba al ver creyentes caminando en la verdad, y esa misma debe ser nuestra meta hoy. Mantengámonos firmes en los mandamientos, vivamos en amor y no nos dejemos engañar por falsas enseñanzas. Solo así podremos decir que verdaderamente andamos en la luz de Cristo y permanecemos en la Palabra que nos da vida.